En el primer momento del gobierno de Alito hubo una epidemia de zika que se ocultó. Las clínicas públicas y privadas recibieron la orden de cambiar los diagnósticos por dengue para dar la impresión de que aquí no pasaba nada, que hasta las enfermedades se rendían ante el liderazgo del tipo que hizo del botox un programa de gobierno.
Pero la primera esposa de Alito publicó el engaño por Facebook y contó lo que sucedía, y confesó que tanto ella como el hijo que tuvo con el gobernador estaban enfermos de zika, y que en la clínica particular a la que acudieron les diagnosticaron otra cosa y les dijeron que eran órdenes “de arriba”. Su post encontró solidaridad entre una inmensa cantidad de campechanos que sufrieron lo mismo.
Antes de eso, durante el desastre de Purux, pusieron en escena el mismo acto. Media cristiandad enfermó de chicongunya pero salían de los sanatorios con su receta para el dengue y sus zapatitos solidarios.
Es decir, existe en el gobierno estatal una malsana obsesión por ocultar información, y eso me lleva a este post.
Hoy circuló en Facebook una publicación de una niña que hace su servicio social en una institución de Salud local. Ella escribió que dos personas habían dado positivo al Covid-19 y que por esa razón el personal del área en el que hace sus prácticas fue retirado. Poco después el post fue bajado y hubo presiones de por medio para ello, según me dijeron.
Luego, a través de un mensaje a mi página, supe que una pareja dio positivo al Covid; ellos estuvieron en España y a su regreso presentaron los síntomas. Ya están aislados, me aseguran, pero el gobierno insiste en no comentar nada, como hicieron con el zika y el chicongunya no hace mucho.
Es primordial la información de las autoridades, la única confiable para combatir la epidemia de la mejor forma, pero hay razones para desconfiar del mando estatal, sobre todo de este, heredad de Alito, aquel que vomitaba maquetas.
Por tanto hago público esto y espero que Aysa y su gente aclaren lo que es ya un secreto a gritos alimentado por empleados de las instituciones de Salud, que se debaten entre la responsabilidad de dar a conocer los casos confirmados porque saben del enorme riesgo que eso representa para los campechanos, y el temor de que, de hacerlo, los corran de su trabajo y queden en la ruina en esta entidad que también padece las epidemias de la pobreza y el desempleo.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.