Ya no entiendo nada. En el mejor de los casos me someten a un minucioso examen visual, como si sus ojos estuvieran equipados para detectar lesiones cerebrales, y luego huyen despavoridos; en el peor, me miran como si fuera americanista, luego me gritan en plena jeta “¡Estás idiota!” y finalmente se largan murmurando cosas que sonrojarían hasta a un obispo. Y si los encuentro de nuevo, me va más feo: ni me tratan de loco ni me gruñen, simplemente me hacen sentir como a un ex gobernador; por ejemplo: se cambian de banqueta para no encontrarse conmigo o de plano, si no queda más remedio y la colisión es inminente, fingen un súbito arrebato místico, como si escucharan un discurso de Raúl Pozos, y ahí se quedan, inmóviles mirando al infinito, hasta que paso de largo. Y todo esto porque he declarado, abiertamente y sin tapujos, que mi candidato es don Víctor Méndez Lanz.
Repito, ya no entiendo nada. Si a) se pasan la vida diciendo que en la administración pública de todo nivel hacen falta funcionarios honorables, y b) desde los albores de la humanidad, cuando aún se podía encontrar whisky sin adulterar, es sabido que los borrachos somos gente decente, entonces no hay, no debería haber pierde: el único decente, decentísimo, archirequetesuperultramega decente es don Víctor y, por tanto, el mejor candidato posible. No hay de otra.
Pero ya ven el calvario que tengo que sufrir por anunciar que lo apoyo total, absoluta e incondicionalmente. Sin embargo, no me arredro. En este espacio, ante ustedes y ante mi virgencita de Chuiná, refrendo mi lealtad para con él y prometo que el día aciago en que el dedo sagrado señale al candidato, las fuerzas vivas del PRI lo avalen inmediata y unánimemente, y don Víctor vaya a inflar gamboapatrones por el pivote, lo acompañaré adonde quiera, sin importar la categoría del tugurio, para sumergir las penas en cantidades oceánicas de alcohol. Yo no me ando con medios pomos.
¡Hasta la cirrosis siempre, comandante Víctor Méndez!
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.