Es una canallada que se burlen de la No Primera Dama por su mal gusto en el vestir o que la apabullen por saltarse su propósito de dedicarse sólo a su carrera académica sin intervenir en las labores de su cónyuge. A fin de cuentas ella no está donde está por ser una muñequita de aparador, un referente de la moda y el refinamiento, una advenediza sedienta de poder. Ella es la No Primera Dama y al mismo tiempo la esposa de AMLO, y al diablo las instituciones.
Del vestido no voy a hablar, no soy quién. Alucinen que uso Croc´s. Pero me conforta saber que doña Betty use prendas de tres mil pesos mientras que las de Gaviota eran de 8 mil dólares. Que lo ahorrado se invierta en boletos para la rifa del avión presidencial, cuya recaudación ira al Sector Salud que se está ahogando en la miseria por un subejercicio de 12 mil millones de pesos a pesar de la pandemia.
Pero la injerencia de doña Betty en el debate público es otra sopa. Ahí sí puedo opinar y les comento que ha tenido momentos deslumbrantes y otros francamente tristes. Entre los primeros está la defensa de Pío López, a quien rescató de la ignominia cuando el vulgo, ignorante y prejuicioso, lo señaló como la ratita de las bolsas de papel de estraza después de los videos que circularon hace unos días.
Ella nos explicó que Pío es en realidad un insurgente trimilenario que recibió dinero para la causa del MoReNa, que es el equivalente 4K del movimiento independentista, en una reedición de aquella gesta que tuvo entre sus patrocinadores a doña Leona Vicario.
Luego supimos que fue Manuel Velasco, exgobernador de Chiapas, el que rellenó las bolsas que Pío arrebató y confirmamos lo que siempre habíamos sospechado: Velasco lleva una leona adentro. Confieso que quedé contento con la argumentación de la señora Gutiérrez sobre su cuñado y desde entonces, cuando imagino al Pípila, le acomodo cara de pochitoque.
Pero doña Beatriz también ha tenido momentos muy desafortunados, como el de los ataques infames a su hijo. Ella ha dicho “Con los niños no” y tiene razón. Sólo que sus súplicas me parecen un poco tardías.
Ella debió haber intervenido hace mucho para frenar a la yihad pejista: esas granjas de troles y bots que intoxicaron las redes sociales con toda clase de vilezas contra La Gaviota y sus hijas el sexenio pasado, y para frenarla debió valerse de las mismas razones con las que intenta poner a salvo a su criatura.
Pero no lo hizo.
Sospecho que en ese entonces era placentero para doña Betty observar cómo los miserables a su servicio incendiaban Roma. Por desgracia ese incendio de rencor y bajezas derribó todo límite, desató los demonios e impregnó todo de mierda.
Ahora, cuando el infierno que se originó frente a su indolencia la está consumiendo, Doña Beatriz pinta su raya. Dice que “con los niños no”, que es feo que ataquen al fruto de su vientre, que no se vale y tiene razón; pero sabe qué, doña Betty: era “con los niños no nunca, nunca, nunca”; la raya debió haberla pintado long time ago, no a partir de que su marido arribó al gobierno y usted empezó a sufrir, en hijo propio, la perfidia de otros miserables.
Y mire qué deshumanizado está nuestro país, doña Betty. Mucha gente presencia las agresiones a su hijo desde la más absoluta indiferencia, pero se atreven a criticarla por exhibir esa misma indiferencia ante los niños enfermos de cáncer y la angustia de sus padres, como si por ser la No Primera Dama estuviera obligada a fingir empatía y humanidad frente a unos niños que ni siquiera son sus hijos. Qué hipócritas, ¿no?
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.