Creo que ya conocen el drama, pero lo voy a contar porque no tengo otra cosa que hacer a estas horas.
La bancada de Morena en el legislativo, controlada por Aníbal Ostoa a través de su objeto preferido, José Flores, aprobó un incremento feroz al emplacamiento, un golpe duro al bolsillo de los campechanos que le redituará al gobierno del gobernabuelo Aysa 243 millones de pesos.
La traición de los diputados morenos no tenía nada de raro. De hecho es la continuación lógica de lo realizado en su primer año como representantes populares, por ejemplo: entregaron la mesa directiva y las comisiones más importantes al PRI, avalaron el presupuesto de Alito que redujo el dinero para Salud y Educación al tiempo que despilfarraba en la promoción de su imagen, encubrieron la ruina sistemática del sector Salud, miraron hacia abajo para no ver los vuelos privados del Supremo Idiota que significaban un sangrado importante al erario, aceptaron la licencia de Alito al cargo, acogieron la imposición de Aysa, pasaron sin problemas el presupuesto de este año que, otra vez, lastima áreas prioritarias y derrocha en comunicación social.
Y además solaparon la subestimación de las participaciones federales a Campeche perpetrada por Aysa González, con lo que el buitre decrépito se quedará con 758 millones de pesos sin etiquetar, libres, que podrá usar a su antojo aunque no sabemos en qué porque dentadura nueva ya tiene.
El aumento a las placas hubiera sido otra infamia más de Aníbal de no ser por un detalle: de pronto los enanos crecieron. En su afán de apoderarse del partido y desterrar a quien se oponga a sus delirios dictatoriales, Ostoa ha castigado a una horda juvenil, también de la ganadería de Layda, que ahora son sus adversarios y que no están dispuestos a dejarle el paso franco para ver desde la grada como vende a retazos la causa morenista en el 2021. Estos jóvenes, encabezados por el fan del Chapo Guzmán, Carlos Ucán, instalaron mesas en toda la entidad para recaudar firmas y revertir el aumento al costo de las placas. Morena corrigiendo a Morena.
Ahora bien, estos muchachos no sólo pelean porque detestan a Ostoa sino porque comprenden que de por medio está su movimiento y su futuro. Porque entienden mejor lo sucedido en el país el primero de julio del 2018. Porque aprendieron, por la experiencia de Antonio Jiménez, Manuel Navarro, Rafa Minaya y muchos otros sacrificados en la mesa en las votaciones del 2018 por los arreglos malsanos del laydismo con Alito, que no deben confiar en las madames de ese burdel. Porque comprueban en el diario trajinar que la sobrevivencia política en estos tiempos se fundamenta en cumplirle al pueblo, o al menos pasarle la mano, y no en continuar siendo el puticlub del Cuarto Piso y el factor decisivo en cada elección para perpetuar el PRI en el poder. En suma, han carburado que ahora pueden ser reyes del carnaval, a diferencia de Aníbal y adláteres que se conforman con ser una pútrida comparsa. La clave hoy no es la obediencia simulada sino la rebeldía descarada.
El diputado José Flores es la encarnación de Aníbal en el congreso, es decir, es el Stevie Wonder que guía a los ciegos que llegaron a la curul arrastrados por la marejada que provocó AMLO. Alguien hubo que esperó una sorpresa de Flores hace un año, que lo vio como líder opositor y promesa grande de Morena en Campeche, pero Aníbal lo trabajó como se debe y, en su primera prueba importante como político, Pepito Flores se desnudó de sus convicciones izquierdistas y corriendo fue a vestirse de cuero, piel y metal, carmín y charol, y meses después, mientras fumaba en una esquina en espera de clientes, lo alcanzó la rebelión de los ucanes.
Flores intentó salvarse del naufragio ingresando un documento en el legislativo para contrarrestar lo aprobado una semana antes; y fue más lejos: ni incremento al costo de las placas ni el mismo pago de años anteriores, sino la exención total. “Para perra perra y media”, aconsejaba Maquiavelo. No es tan fácil.
Los panistas ya salieron a reclamarle a Flores. En este juego no hay arrepentimientos. Si votó como lo hizo, al igual que sus zombies morenos, es porque de por medio hay entendimientos y hay premios, y nadie llega engañado a estos juegos de alcoba. Y detrás del PAN está el gobierno de Aysa, que no va a renunciar a los 243 millones de pesos vía placas sólo porque la meretriz tiene arrebatos de virtuosa. A estas alturas el gobernabuelo ya debe haber dejado como piso de fosa séptica a Aníbal por faltar a los acuerdos.
Nadie sabe aún en qué acabará esta novela. Me inclino a pensar que en algún momento Layda será entre nos y con un brutal sacudimiento de caderas obligará a Ucán y a Ostoa a enroscarse como serpientes en celo. Quién sabe. Lo grave es que en todas las encuestas que se han levantado Morena aparece con una intención de voto de más del 50 por ciento, y por tanto es casi un hecho que el próximo jodedor o jodedora de Campeche saldrá de ese partido que, controlado por la Sansores, regenteado por Ostoa y con elementos como Flores, nos promete un gobierno mucho más siniestro que lo vivido hasta ahora.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.