¿Pasaron una buena navidad? Qué alegría. Yo también la pasé como se debe aunque con algunas complicaciones, porque después de la tercera torta de pavo en escabeche con harto but, todo preparado magistralmente por doña Lolis España, empecé con dolores de parto. Tuve que colocarme las manos en las caderas, echar para adelante la panza y hacer ejercicios de respiración para pasar la crisis y abrir espacio al Mostachón, un postre preparado por Antonia Sosa May que ayer redescubrí: se trata de un portentoso pan de nueces y almendras bañado en crema batida y fresas, que se come entre suspiros y ojos en blanco y que me embutí con inusitado frenesí. El médico insiste en la cesárea.
Pero no los traje aquí para restregarles en la cara los pecados capitales de mi cena navideña, sino para que me acompañen en una muestra de solidaria misericordia con los empleados del Hospital Oncológico de Campeche. Otra vez no les ha pagado, en algunos casos hasta tres quincenas, y a estas alturas si les mencionas el aguinaldo te agarran a madrazos.
No les han pagado y ahora ni siquiera saben quién: si los cuatreros de AMLO que, se supone, ya tomaron el control del aparato de Salud local o la burocracia cleptómana que gobierna Campeche, y la verdad tampoco importa si la rata es algún depositario de la pureza redentora del Peje o integrante de la casta virreinal vernácula porque el final del cuento es el mismo: el dinero de sus quincenas y aguinaldos es devorado como si fuera un mostachón de fresas.
Y además, los trabajadores tienen que sufrir su congoja en silencio, como antes de la llegada de la 4T, como antes de que se largara Alito, porque sigue siendo válido aquello de que quien denuncie se larga. Todas las quejas que me enviaron tienen la misma súplica: anonimato, por favor.
Qué tragedia la de estos empleados que no saben contra quién lanzar sus oraciones o a qué santo maldecir y que, sin otra cosa en la bolsa salvo desesperación, pasaron de largo, a oscuras y de malas por la prefijada alegría de la nochebuena.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.