Por razones que no vienen al caso comentar, pero que aquí entre nos tienen que ver con que a Mily le gustan las vaquitas con ruedas, fuimos a la agencia Suzuki de Campeche a comprar una con el enganche al hígado y la hemorragia mensual que todo crédito requiere.
Los trámites estuvieron a cargo de Toño, que es bastante diligente, así que corrimos la documentación con rapidez y sin esclerosis burocrática, pero nos enfrentamos a un conflicto: por disponibilidad de color (a Mily le gustó esa extraña composición cromática llamada “Crema irlandesa”) y dado que yo ya había vendido mi Golfito, quien esto escribe y su escasa pero comodina familia se iban a quedar a pata. Esto lo corrigió el gerente, Ricardo, que nos hizo el favor de prestarnos un Swift BoosterJet Sport color amarillo yema. No supo lo que hizo. Mi matrimonio está en riesgo.
Este coche es sorprendente. Corre como Emilio Lozoya ahora que lo persigue la Interpol, no le suena nada, tiene un clima que produce un ambiente antártico al que el calentamiento global le hace lo que Ebrard a Trump; no sé de qué brujería se valieron pero el turbolag, el coco de los motores turbo, es aquí casi inexistente y además, por sus dimensiones y su bajo centro de gravedad, este juguete se aferra al piso con una devoción que te permite transitar por las curvas de Seyba como si fueras en una recta; y esa brujería más la voz de Ian Gillan son la exaltación de la divinidad hasta que, claro, aparece el volquete arenero. Todo esto con un consumo de gasolina más que aceptable. Una agradable sorpresa.
En unos días más van a entregarnos la vaquita con ruedas que es el sueño de toda matriarca, pero sigo suplicándole a mi esposa que recapacite para cambiarla por este pokemón con todos los argumentos que he podido carburar: que se apiade porque no tuve bicicleta de niño, que se dé cuenta de que ahora que Aysa va a quedar como gobernador lo más probable es que me mande matar (ya ven que está loco y acomplejado) y este carro puede alegrarme mis últimos días. Que el problema de las maletas lo podemos solucionar enviándolas por DHL cuando salgamos de vacaciones. Que en la India las vacas son sagradas y no admiten pasajeros. Que etcétera. No ha cedido. No lo hará. Sospecho que en unas horas me verán tripulando un mamífero herbívoro de la familia de los bóvidos y no este Hot Hatch que me tiene deslumbrado. Sufro.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.