Veo al textoservicio del corruptísimo gobierno estatal celebrando la vuelta de Eliseo al municipio, la huida inversa del precandidato hacia la alcaldía para mantener en secreto el escandaloso fraude que ha montado con los yucatecos que lo patrocinan.
Celebra la prensa oficial que esta vuelta es la prueba de que EliBb también es corrupto, tan corrupto como el sistema que defienden, pero tiene el descaro de darse golpes de pecho mientras que en el Cuarto Piso se asumen podridos sin cargos de conciencia y comparten generosamente su putrefacción en sobres manila.
Veo las páginas de Eliseo en face proclamando que otra vez el alcalde dobló al sistema, cuando la realidad es que lo obligaron a abandonar la precampaña al gobierno estatal, su sueño húmedo, para regresar a la madriguera a borrar los rastros del pillaje.
La verdad es que los triunfos, reales o imaginarios, que anuncia cada facción representan la derrota de todos.
Perdieron los que creyeron que Eliseo era el cambio. Para salir de donde estamos necesitamos gobernantes que respeten la ley y se conduzcan con honestidad y, sólo por poner un ejemplo, todo este proceso de licencias, manoseo legal para anular la llegada del suplente, el revire del tribunal electoral y el comeback vergonzoso y paranoico son la prueba de que las condiciones que nos han llevado al desastre gozan de cabal salud en Eliseo.
No hay cambio ni rebeldía ni lucha contra la corrupción en el karateca iracundo, sino la interpretación de un personaje que lo simula todo para ganar los votos que le pongan en bandeja el botín estatal. La historia de siempre.
Perdimos con los tribunales campechanos, de cualquier índole pero en especial el electoral, siempre al servicio del ejecutivo. Cada fallo es una oda a la parcialidad.
Desde el problema electoral en Carmen hace dos años hasta esta resolución contra Eliseo, pasando por el conflicto interno del Morena en el que favorecieron a la mascota del Cuarto Piso, Caníbal Ostoa, el tribunal ha dejado en claro que todo caso que llega a sus manos ingresa en realidad al tracto digestivo de la mafia política local, y sus decisiones suelen ser pestilentes.
Bajo estas condiciones, de las pocas certezas que tenemos los campechanos sobre las votaciones por venir es que lo que manifestemos en las urnas será burlado en esa instancia cuantas veces se requiera beneficiar a nuestros jo-de-do-res.
Y perdemos todos, de nueva cuenta, con la corte de los milagros que nos presentan como candidatos.
Lo de Alito y su sobrino menso es la madre de todas las comedias y, como bien dice Manuel Ramos, están condenados al más estrepitoso de los fracasos; pero con Eliseo la situación es similar porque él significa también la continuidad de Alito, no a través de un parentesco enfermo como el de Christian Yadiro sino de algo mucho peor: la imitación, que es el mejor homenaje que el alumno otorga al maestro; y lo de Layda, vamos, es el acabose; un liderazgo decrépito que ante el temor de perder por cuarta vez decidió sumar a todos para no competir con nadie, y en el trance intoxicaron al Morena con los tránsfugas prianistas responsables del declive de la entidad, matando la transformación cuando aún no llega al poder.
Somos dueños de nuestro voto, nos juran, pero el problema radica en que los dueños del menú son los partidos y, en este Campeche y en este tiempo, todas las opciones a la mano conducen a la voluntad necia de seguir en las mismas y con los mismos que, para colmo, no tienen pudor en mostrar sus miserias y se la viven posteando barbaridades donde la clave consiste en convencernos de que el enemigo es peor.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.