Pues bien, Raúl Uribe acaba de cambiar la ubicación del cuarto de juegos de su hijo al rete H. Ayuntamiento de Champotón, en la oficina que dejó olorosa a jabón del perro agradecido José Luis Arjona. Ahí mantendrá al frutito de su vientre los próximos tres años, con su gabinete de soldaditos de plomo y muñequitas de trapo, mientras él mece la hamaca y prepara las bolsas donde se llevará el dinero.
De hecho, el presidente municipal de mi pueblo se reunió hace unos días con su socios, entre ellos un tal Andrade, ex goberladrón de Tabasco, para preparar el fraude en Obras Públicas que es la especialidad de la casa. De los acuerdos tomados y de otras estrategias para acabar con lo poco que dejó Arjona le informará a su hijo Raulito cuando lo considere necesario. No es cosa de imponerle obligaciones a un niño cuya única preocupación debe ser jugar.
Lo triste de todo esto es que, en una movida que pretende ser maquiavélica pero se queda en jugarreta de comisaría ejidal, Raúl Uribe Flores colocó a mi primo Rubencito Arnábar en la Contraloría del Municipio.
Todo indicaría que con esta decisión intenta resarcir la traición y la humillación que le propinó al papá de Rubencito, Tomás Arnábar, en 1997, cuando movió lo que estuvo a su alcance para que fracasara Arnábar en su intento de ser presidente municipal. Pero esa explicación me parece insuficiente: el gordito nunca ha sentido remordimientos y sí mucho gusto por aquella infamia: sus rencores son incandescentes.
La explicación es otra. El saqueo que se nos viene encima será colosal, como en el 94-97 cuando Raúl fue alcalde pero elevado a versión turbo con el ejemplo de Xico y Arjona.
Pero para que el desfalco funcione como es debido, la Contraloría tiene que ser aliada del apestoso entramado de encubrimientos. A fin de cuentas es el departamento encargado de combatir la corrupción, de trabajar por la transparencia. Al imponer ahí a Rubencito, Uribe Flores estará dando otro palazo contra Tomás Arnábar convirtiendo a su hijo en cómplice de sus robos, embarrándolo de lodo de cuerpo entero.
En suma, si al padre le impidió llegar a la alcaldía, veinte años después el gordo Horrible seguirá lactando como recién nacido del erario champotonero, mientras que mi primo Rubencito usará todos sus conocimientos, incluso los adquiridos en la Maestría, para que del fraude no quede rastro.
En verdad que siento pena.
Besitos tristes.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.