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Panamá Papers: absorbentes y suavecitos

Ha pasado un mes desde la publicación de los Panamá Papers, la filtración que reveló transacciones globales de evasión de impuestos y lavado de dinero. Desde entonces hemos visto algunos desacomodos en el curso de los astros. Messi, con la cabeza puesta en el escándalo y no en descifrar la combinación de la bóveda bancaria de Simeone, trotó penosamente por el campo hasta quedar eliminado de la Champions; Vargas Llosa intentó explicar su participación en el lío con una prosa digna de un ganador de juegos florales ejidales, cuando lo pertinente era regresar al Varguitas de Conversación en La Catedral y preguntar: ¿en qué momento se jodió el “sartrecillo valiente”? El politburo chino, maestro en el arte de las empresas fantasmas, revivió una fábula orwelliana para convencer a los animalitos de su granja de que todos los chinos son iguales, pero hay unos más iguales que otros. 

También vimos manifestaciones en Islandia que provocaron la caída del primer ministro, mientras que el de Pakistán se exilió para no ser encarcelado y el inglés David Cameron compareció ante el parlamento para convencerlos de que sus nexos con el fraude son tan remotos como la posibilidad del príncipe Carlos de suceder a Isabel II, y de paso anunció nuevas medidas de transparencia para impedir una nueva jugarreta de los evasores de impuestos, a ver si con eso salva el cargo. 

Pero, ¿y México?

Los Panamá Papers revelaron que muchos distinguidos personajes del empresariado y la política evadían al SAT con ilusiones financieras creadas y administradas por Mossack Fonseca. 

Por ejemplo Hinojosa Cantú, dueño de Higa y constructor de casas de interés social, como la que regaló a la Gaviota, guardó en paraísos fiscales 100 millones de dólares a nombre de su mamá, tal vez para evitarle a la viejita la pena de enfrentarse a la burocracia y la corrupción a la hora de cobrar sus Afores.   

No podía faltar el impresentable Ricardo Salinas Pliego, al que sólo le faltó enviar al Caribe el cerro del Chiquihuite para su desmonte y limpieza. Y tampoco podía quedarse atrás Televisa, cuyo vicepresidente, Alfonso de Angoitia, no sólo era un entusiasta militante de la legión mexicana en Panamá sino un gran hacedor de milagros estilo La Rosa de Guadalupe: los Panamá Papers desaparecieron en los noticieros de esa televisora.

Omar Yunes también uso los servicios offshore, y la publicación del fraude lo sorprendió mientras su papá, candidato del PAN al gobierno de Veracruz, prometía luchar contra la corrupción. Para colmo, el adversario del papá de Omar es otro Yunes, Héctor, alfil de Fidel Herrera y Duarte. Pobres veracruzanos: su torneo electoral es una lotería de Babilonia.

Por su parte, el SAT está cumpliendo con el papel que le corresponde en una república agónica. En primera instancia, prometieron investigar si los prohombres que aparecieron en los archivos de Mossack Fonseca habían cumplido con sus obligaciones tributarias, y si no, juraron castigarlos sin consideraciones de ninguna índole, pero las investigaciones y sus resultados se mantendrían en secreto. 

El fervor reciente del SAT por la secrecía es parte de la comedia. Dos años atrás, esa institución publicó una larga lista de supuestos defraudadores fiscales cuyos nombres viajaron por internet en una especie de linchamiento público. La discreción es selectiva. Los evidenciados en aquella ocasión no son de la misma calaña que los de ahora, porque hay mexicanos que son más iguales que otros. 

A un mes de la publicación del fraude internacional, el asunto parece haber quedado en el olvido y no podía ser de otra forma:  en este país a cada cerdo le llega su Virgilio Andrade. Después los muchos crímenes sucedidos en los últimos tiempos y que permanecen impunes, el caso de los evasores estaba destinado desde el origen a convertirse en un capítulo más en la historia negra de la justicia nacional. Es más, en una de esas cínicas vueltas de tuerca que se acostumbran en tierras nopaleras, tal vez este tema acabe en un anuncio a plana completa en el Hola: por su absorbencia y suavidad, los Panamá Papers son los preferidos de la gente nice.

Besitos.

Tantán.

Miguel Villarino Arnábar
mayo 3, 2016.  

  

   

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Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.

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