Ayer, Telesur publicó una imagen en la que denuncia al sobrino de Alito, ramita torcida de un árbol rizado, por usar recursos públicos para promocionarse. La compartí en mi perfil.
Poco después, un bot del sobrino comentó mi publicación y subió una imagen de Eliseo cometiendo el mismo delito que, además, llama “fragante”. Al parecer, el consuelo del familiar oligofrénico del mataperros es compartir la culpa y el perfume del karateka frenético.
En las profundas, oscuras y hediondas catacumbas que pueblan las cabecitas de estos animAlitos hay un eco que les dice que la multiplicación del pecado lo convierte en virtud. Nop.
Los dos, Eliseo y el sobrino, están fuera de la ley.
Recuerdo un caso similar que vale la pena mencionar por la amistad, el parentesco y la tutoría con el sobrino y Eliseo: el de Alito, que hizo exactamente lo mismo y ya sabemos qué sucedió cuando alcanzó el poder; esto lo cito no por curiosidad sino como antecedente: si los engendritos sienten más amor por el botox que por la legalidad, ¡cuidado!, porque nada bueno podemos esperar de quien ve la ley como un obstáculo, su violación como un triunfo, la impunidad como un derecho y cirujano plástico y Photoshop como asesores de gobierno.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.