Los disparates de Peña Nieto en la FIL han convocado los dos extremos del alma nacional, tan poco tolerante con los matices.
En una esquina están los que han fusilado al candidato priista desde su posición de lectores irredentos. En la otra, los que argumentan que no es para tanto el desliz de Dorian Gel y sacan a relucir comparaciones fuera de lugar: ingleses y austriacos leen mucho, nosotros no, de qué nos burlamos.
En el primer caso, el pelotón de fusilamiento sería una feliz extravagancia en México, paraíso del analfabetismo funcional cuyos habitantes, según estadísticas, leen menos de un libro al año. Y el otro es un disparo al blanco equivocado: lo de Peña Nieto sí es criticable, sí es una advertencia, y no es justificable a partir de la voracidad literaria de austriacos e ingleses.
Peña Nieto fue a la FIL a presentar su libro y ahí le solicitaron mencionara las 3 obras que lo han marcado, la petición más predecible del mundo tratándose de un evento de esa naturaleza, al menos así debieron entenderlo sus asesores. Entre lo que siguió lo menos grave es la revelación de que Peña Nieto no es un lector, pecado venial en tiempos de la Gordillo, sino la confirmación de que sin red de protección ni teleprompter aflora su triste realidad: es un imbécil. Ese es el problema.
El México desangrado, empobrecido, corrupto que sufrimos es un desafío enorme aún para una mente prodigiosa, que no es el caso de los candidatos o precandidatos de cualquier partido. Si el que lidera las encuestas es el mismo que se despeñó en la FIL, nuestro horizonte es sombrío: ¿qué podría hacer con un país como éste un analfabeto funcional, que fuera de su zona de confort entra en crisis y se convierte en la adaptación metrosexual de Cantinflas, y que además es asesorado por un amasijo de idiotas?
Ahí está el detalle, no en la disputa estéril sobre el autor de La silla del águila.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.