De Cuauhtémoc Blanco a George Bush Jr., de la onda grupera a López Dóriga, sé que usted encontrará el especímen ideal para armar su propia teoría. En mi caso bastó el reguetón, sus intérpretes, sus videos y el mensaje de que lo esencial es el movimiento frenético de las mulatas, para convencerme de que habíamos arribado, Sancho, a una etapa de acelerada involución de las especies, proceso que podríamos ilustar de la siguiente manera: Mono-Einsteín-Daddy Yankee.
Y estaba a tal punto confiado en la exactitud de esa clasificación que, a pesar de los rebuznos del cavernal primate don Norberto Rivera contra el matrimonio entre personas del mismo sexo, me aferré y mantuve al reguetonero como nuestro conductor en el regreso a la Edad de Piedra. La razón es que al cavernal no lo tomo muy en serio desde 1997, cuando pidió a las autoridades de Salud que incluyeran en los condones la leyenda Este producto es nocivo para la salud.
Ahora bien, la certeza de que Daddy Yankee representaba la futura cacería de mastodontes con piedras y palos empezó a tambalearse cuando vi, en Milenio, la entrevista que le hicieron al Arzobispo Metropolitano de la Iglesia Ortodoxxxa Mexicana, Antonio Chedraoui.
Pero antes de entrar en materia, debo algunos antecedentes. La semana pasada, don Antonio Chedraoui celebró sus 74 años con una fiesta donde demostró su gran poder de convocatoria. Ahí estaban todos los que convierten en ley la frase de Balzac que sirve de epígrafe a la novela El Padrino: Detras de toda gran fortuna, existe un gran crimen. Durante el festejo, el clérigo ortodoxxxo leyó un discurso en el cual estableció su postura sobre los matrimonios gay: No, en nombre de la moral. Y de pasadita, antes de terminar su disertación, se solidarizó con don Norberto Rivera, que por ahí andaba.
Dias después, don Antonio fue entrevistado por Marisa Iglesias para Milenio y ahí el prelado tuvo oportunidad de explicar con mayor profundidad su razones. Respetando escrupulosamente el orden en que fueron dichas, helas aquí:
1. Los matrimonios homosexuales son antinaturales, según don Antonio, quien para demostrarlo acudió a las pruebas contundentes que aporta el reino animal: él nunca ha visto dos perritos que “anden por ahí”.
2. En caso de que las parejas homosexuales puedan adoptar, don Antonio nos invitó a imaginarnos la confusión de los niños: ¿a quién le llamarían papá y a quién mamá?
3. Don Antonio confesó que no tiene nada en contra de los homosexuales, que cada quien puede hacer lo que quiera, pero le preocupan los niños porque el ejemplo que tendrán en casa seguramente los dañará.
En Campeche los retenes policiacos no se instalan en la entrada de la ciudad para prevenir el ingreso de traficantes y otras especies igualmente tóxicas, sino a la salida para proteger al planeta de los campechanos. Es una muestra más de la tradición de hacerlo todo al revés, que honraré iniciando la revisión de lo dichos del arzobispo por el último punto, el tercero:
Sorprende la tenacidad de don Antonio, y de tantos como él, que dicen no tener nada contra los homosexuales pero siguen creyendo que ser gay es una enfermedad, o un vicio, o una perversión. De ahí que el argumento central de los opositores a los matrimonios entre personas del mismo sexo y su derecho a adoptar sea la mala influencia que los padres tendrán sobre la criatura, que seguramente adquirirá ese comportamiento. Y si así fuera, ¿qué?
Pero para desgracia de don Antonio, y de tantos como él, al día de hoy no hay ningun indicador que señale que los niños adoptados por homosexuales manifieste las mismas tendencias, así como tampoco las uniones heterosexuales pueden garantizar la heterosexualidad de sus hijos. Si cada uno de nosotros nació de la unión hombre-mujer, pareja natural según Chedraoui, y no obtante en el catálogo humano hay de todo: heteros, bi, homos e incluso americanistas, entonces la sexualidad del individuo se define por razones que van más alla de la preferencia sexual de los padres; entonces, don Antonio, hay más cosas en el cielo y en la tierra que las soñadas por su homofobia.
El punto dos da ternura. Los niños, que son capaces de entender las retemariguanas caricaturas japonesas, jugar con destreza las muchas y muy sofisticadas formas en que evolucionó el Nintendo, usar el teléfono celular y la computadora, navegar por la Internet, etcétera, no sabrán, según don Antonio, cómo dirigirse a sus papitos o a sus mamitas en caso de ser adoptados por parejas homosexuales. Me parece que a estas alturas del Tercer Milenio, los niños difícilmente tendrián problemas en saber cómo llamar a sus padres, aunque uno sea un manglar y el otro un software antivirus.
Y arribamos aquí al punto uno, en el cual don Antonio postula que las uniones homosexuales son antinaturales porque él nunca ha visto dos perritos que “anden por ahí”. Les juro que ese eufemismo usó: “Anden por ahí”. Y lo que son las cosas, la experiencia de don Antonio se suma a la de un servidor, que nunca ha visto dos perritos religiosos, o cuando menos en misa. Si los hábitos perrunos sirven para aprobar o condenar el comportamiento humano, tal y como planteó el arzobispo, entonces la homosexualidad es tan abominable como la religión. Pero una consulta a Wikipedia nos revela que sí hay animalitos que “anden por ahí”: el bisonte americano, el bonobo y otros simios, el delfín mular, el elefante, el león, la jirafa y un largo etcétera.
Las declaraciones de don Antonio Chedraoui me hicieron comprender la enorme injusticia que había cometido con Daddy Yankee, así que reconsideré mi clasificación del proceso involutivo. La nueva quedó así: Antonio-Einstein-Chedraoui. Pero mucho me temo que esta también será provisional, porque la homofobia está sacando a la superficie toneladas de estupidez que habían permacecido semiocultas durante tantos años de simulación.
Besitos.
Tantán.
Post scriptum: Por cierto, don Antonio Chedraoui es gran amigo del “gober precioso” de Puebla, Mario Marín y de Kamel Nacif. Tal vez el arzobispo sí ha visto perritos que “anden por ahí” de pederastas.
La verdad es relativa, sólo la neta es absoluta.
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Escrito Por
Bestiómetro
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.
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