Murió la reina Isabel II. Mañana nuestro Profeta del Totoposte dirá que la señora era fifí y conservadora, tal vez hasta neofifí y tiktokera, como los enemigos de su gobierno, esos que pretenden descarrilar la transformación de las conciencias y el cambio verdadero de país y están empeñados en volver a los tiempos de la robadera, y entonces el niño bendito que nació en un bullpen de Tepetitán obrará el milagro: Él será el protagonista de esta fatalidad.
No es reciente esta fijación de Amlo por ubicarse en el centro de la desgracia. Se sabe, por Gatell y los moneros de La Jornada, cajas de resonancia de Palacio Nacional, que los niños se enferman de cáncer para reclamar un desabasto inexistente y participar en una “narrativa golpista” contra nuestro Señor de Macuspana. Que los cadáveres fabricados por la inseguridad son en realidad crash test dummies de la oposición cuyo objetivo es desacreditar la política de Seguridad de Amlo. Que los muertos de la Línea 12 no merecen justicia porque son víctimas menores por inoportunas: su tragedia llegó en mal momento para las aspiraciones presidenciales de la Shitbaum, la corcholata favorita del Capataz de las Tlayudas. Que etcétera.
Mañana por la mañana presenciaremos el milagro de la transferencia del luto. La reina Isabel II ha muerto para mayor gloria del Monje de los Chaquistes. Por favor, eleven una plegaria del bienestar para la eterna aclamación del Salvador.
Besitos fúnebres.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.