Con cariño, para la química Oviedo.
Mientras quieren imponernos una tormentosa Reforma Fiscal porque el dinero no alcanza, el INEGI anuncia que oficialmente estamos en recesión económica y Videgaray le quita cuatro mil millones de pesos a la Cultura, en el Senado de la República nuestros representantes ponen en práctica la milenaria ley del embudo y se reparten con inusitado frenesí el presupuesto legislativo: viajes, comidas, vehículos, pieles, plumas, joyas, safaris por el África subsahariana, etcétera, largo etcétera, y asesorías.
Y en este último rubro el nacido en el Estado de Hidalgo, Raúl Pozos, a base de esfuerzo y dedicación, y respaldado por la sólida experiencia que ha acumulado en sus 30 años atornillado a la ubre presupuestal, ha logrado ubicarse entre los diez senadores que más dinero derrochan: 110 mil pesitos mensuales en asesores cuya utilidad compite con la del monumento a la supremacía del chile xcatic sobre el queso de bola.
No es un logro menor: en el Senado, donde se reúne esa especie de plaga bíblica que a base de inoperancia, corrupción y voracidad ha destacado en la destrucción del México moderno, estar considerado entre los despilfarradores es un mérito enorme, una demostración de que Pozos está más que preparado para gobernar Campeche y continuar con el legado del muy justo, solidario y progresista Fernando Ortega. ¡Felicidades, senador!
A continuación, la gráfica publicada en el diario Reforma el día de hoy.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.