Leo un texto de Ambrosio Gutiérrez, titular de El Postigo, en el que condena a los textoservidores de Alito por el reclamo a los militantes morenos que agredieron a dos periodistas; el argumento de Ambrosio es irrefutable: si alguien ha perpetrado agresiones contra la prensa ha sido, precisamente, el PRI-Gobierno; esta condena del textoservicio contra Layda y sus feligreses, apresurada y tendenciosa, es sólo una maniobra de campaña.
Le chorrea razón a Ambrosio: el PRI ha sido enemigo de la libertad de expresión, ha matado y encarcelado periodistas para callarlos, y ha construido otras formas de imponer su verdad como los “cañonazos” de dinero que matan el hambre a cambio de silencio.
En el caso que expone Ambrosio, se sabe ya que unos personajes siguieron desde Carmen la caravana de Pablo Gutiérrez; se sabe también que esos personajes dijeron ser del INE e intentaron fotografiar las placas de los vehículos de los asistentes al evento de Layda. Morenistas de Candelaria reclamaron por ello, los supuestos enviados del INE no pudieron acreditarse, hubo discusión y manoteo y en el desmadre un fotógrafo y un reportero fueron afectados.
La agresión no tiene disculpa, contra estos periodistas ni contra nadie, dice Ambrosio y tiene razón, y también acierta cuando denuncia el uso de este hecho para armar una campaña contra el Morena, el partido donde ahora milita su amigo Raúl Pozos, porque a los perros de prensa de Alito no les interesa defender a los compañeros sino fingir indignación y solidaridad gremial para berrear desde los medios de Alito contra los adversarios de su patrón. La denuncia coreografiada fue sólo un acto de proselitismo en favor del sobrino Christian Yadiro.
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Ahora bien, hace tres años agentes de la Fiscalía me capturaron a la entrada del Super Che de mi pueblo. Los cargos eran Sustracción de Menores y Manutención, pero desde un principio se supo que en realidad era Alito mandándome a la cárcel, una de las estrategias del PRI-Gobierno para acallar críticas.
Cuando aquello, los perros de prensa no dijeron esta boca es mía y es comprensible: su solidaridad funciona por indicaciones superiores. Pero tampoco vi a Ambrosio, hoy feroz enemigo de la mordaza, protestando por esa infamia del PRI.
Lo entiendo: los cargos eran contra un padre desobligado y eso no lo defiende nadie, pero Ambrosio, yo y todos sabemos que la violencia contra los periodistas por parte del gobierno, con el aparato de justicia de por medio, siempre está disimulada detrás de delitos gravísimos atribuidos al comunicador que, difundidos por los perros de prensa, promueven el enojo social y encubren la vileza institucional: drogas, pederastia, robo, etcétera y, en mi caso, todas las formas de paternidad irresponsable.
Pero Ambrosio es periodista y bastaba con que hiciera honor a la profesión, que rasguñara tantito, para revelar la patraña: nunca fui notificado por ninguna autoridad, en el momento de mi captura yo tenía la guardia y custodia de mi hijo, ya había ganado el amparo contra las barbaridades que intentaron en el juzgado tercero familiar, y cuando mi niño estuvo conmigo estudió en el Instituto Mendoza y fue atendido como se debe, lo que derrumbaba cualquier cargo sobre sustracción o manutención.
Peor aún: de interesarse un poco más, Ambrosio se hubiera topado con un video grabado en una Junta de Mejor Proveer efectuada en octubre de 2017 en la que, mediante cuestionamientos de la juez Beatriz Baqueiro a mi exesposa, queda de manifiesto que el niño me fue entregado para estudiar en Champotón y por tanto la juez me concedió la razón.
Con esos datos, Ambrosio hubiera concluido que mi proceso estuvo viciado desde siempre, armado con las patas y desde la certeza de que todo abuso de poder permanece impune en este Campeche enfermo, y que la prisión preventiva dictada por la juez Miriam Collí hedía a la mierda que Alito deja en todo lo que toca.
Y si investigar era demasiada chamba para Ambrosio, ni siquiera tenía que hacerlo. Con preguntarle a Rosa Santana, Ronny, Daniel Sánchez, Manuel Ramos era suficiente para conocer la verdad: que el poder estaba pisoteando a un colega, y además le hubieran contado que, ya en la cárcel, me fueron a amenazar para que dejara de escribir, no para que pagara manutención. Con eso, supongo, la ira le hubiera brotado por todos los orificios del cuerpo como ahora, que abre la boca para acusar al PRI-Gobierno de una campaña mediática contra el Morena en el que hoy milita Raúl Pozos, y me imagino que él también.
Pero en aquel entonces Ambrosio guardó silencio.
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El texto de Ambrosio lo leí en el perfil Facebook de Aníbal Ostoa, ese personaje miserable que, por cierto, también sufre hoy de indignación selectiva contra el PRI-Gobierno. En la parte final del texto, Ambrosio pregunta: “¿No es un “cobarde ataque” hacer memes, burlas y descalificaciones de una mujer por ser mujer y por su edad?”
Vuelve a tener razón Ambrosio, que está caliente con el bat, pero esta pregunta en el muro de Aníbal adquiere otro sentido:
Ambrosio, Aníbal: ¿han ustedes expresado su repudio por la candidatura al gobierno de Guerrero de un presunto violador como Salgado Macedonio, han ustedes respaldado a las mujeres que lo denunciaron, o su rabia contra la misoginia y violencia de género sólo se prende cuando es mamá Layda la víctima?
Besitos solidarios y sin remilgos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.