Bajo la tiranía de Alito, el PRI ha perdido once gubernaturas y el ochenta por ciento de su votación. Citando al clásico: la sociedad le ha pegado al tri una frutiza salvaje, papá, bestial.
Pero de alguna forma Moreno se las arregla para que los fracasos que va sumando suenen a fracasos con mucho futuro, fracasos que aportan esperanza al priismo, fracasos que fortalecen su vida institucional, o algo así.
Y claro, los tropiezos de Alito celebrados por el propio Alito son motivo de felicidad para everybody, porque para la sociedad mexicana hay destinos más crueles que un triunfo de Morena; por ejemplo, un triunfo del PRI.
A la declinación por Xóchitl que le ofreció Alito, y a la oferta de préstamo de huevos del mismo Alito, Máynez dijo no. El de MoCi entendió que donde va el dinosaurio va Chernobyl y prefirió ir solito con sus huevitos.
Negarse a recurrir al Monte de Piedad Testicular de Alito tuvo su premio:
MoCi ganó seis millones de votos y se convirtió en la tercera fuerza política del país, mientras que el PRI perdió, con muchos huevos, otros dos millones de votos; así, la antigua aplanadora tricolor quedó en esa periferia peligrosa en la que a los partidos les cuesta un huevo alcanzar el tres por ciento de la votación para mantener el registro.
Y por lo pronto el PRD, que desde hace tiempo daba hueva, ya se fue.
Ahora bien, sin saberlo ni quererlo, Alito está haciendo lo correcto. Ayer me encontré una entrevista en la que le preguntaron si dejaría la dirigencia del PRI después del descalabro brutal, papá, bestial sufrido hace unos días, y Moreno dijo que no porque ahora es necesario salvar a México.
Según el alucine de Alito, él galopa lanza en ristre contra la amenaza mortal de Morena que cubre al país, pero la realidad es que Mayalito trabaja otra hazaña igualmente heroica y no menos plausible: está salvando a México del PRI, y en esa misión involuntaria ha puesto los muchos huevos que carga en la mollera.
Besitos,
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.
