El año disfrutado por don Carlos Jelipe como precandidato preferido del Cuarto Piso llegó a su fin. Aferrado a la encomienda de presidente de la Gran Comisión del Congreso, manejando la Secretaría de Gobierno a través de su muñeco inflable y encaramado en los festejos del 150 aniversario de la bla bla bla, Ortega Rubio gozó un estupendo 2007, pero eso quedó atrás. A unos cuantos días de haber comenzado el 2008, a nadie le queda duda de quién va por la grande.
Echadas las cartas, me atormentan algunas cosas: ¿Qué pasará por la cabeza de don Carlos Jelipe en estos momentos? ¿Ya habrá carburado que fue usado como pararrayos, como cortinita de humo o siempre supo que su tarea era interpretar el rol de chaleco blindado del arquitecto? Y eso no es todo, también me tortura el futuro de los diputados fieles a su causa, aquellos que llegaron a todos los rincones del estado anunciando la buena nueva de su jefe como seguro candidato tricolor. ¿Qué harán con ellos? ¿Les darán una patadita en salva sea la parte que, al fin y al cabo, ya cumplieron su cometido o los enviaran de nuevo hasta los requintos infiernos a decir que siempre no, que el bueno no es Ortega Rubio sino el único, el incomparable, el magnífico don Jorge Luís González Curi? ¡Qué canallada!
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.