En Plaza Universidad ya instalaron las sillas de masaje, esas que por una módica cantidad recetan un placentero cataclismo en la espalda. Cinco pesos compran dos minutos celestiales, y como la especialidad de los liberales y heroicos patriotas son las ofertas, por diez pesos nos regalan… ¡cinco minutotes!
En Mérida no hacen ofertas tan atractivas. Ahí te cobran cinco varos por tres minutos y vaya usted a girar sobre su propio eje al colocar un foco, a mover la cabeza al peinarse, a celebrar el éxito arrollador de megaproyectos que no han sido construidos, a…
Más allá de las cualidades ortopédicas de esos armatostes, que podríamos discutir todo el tiempo que quieran siempre y cuando el doctor Rubio sea el moderador, el punto es que hasta estos detallitos nos ayudan a comprender, otra vez, por qué los fines de semana los campechanos ponen rodilla en suelo en cualquier plaza, restaurante, tienda departamental o etcétera de Mérida, y juran lealtad a Ivonne Ortega.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.
Buda
27 de agosto de 2010 at 7:45 pm
Jeje una vez me subi a una de esas manoseadoras y cuasi orgasmicas sillas de masaje… jeje, 5 pesos muy bien malgastados en un masaje que hacia imaginar que un enano con cara de lujuria estaba metido realmente dentro del sillon gozando de la pervercion de toquetear a alguien desde el cuello hasta las partes bajas donde la espalda se pierde, jeje.
Saludos desde Mexico