Con la mano en el corazón, díganme: ¿creen que Pedro Ayala es más ladrón que los otros diez alcaldes que sufre la entidad o que el propio Alito? Muy bien. Entonces, ¿por qué es el único que está encarcelado?
La respuesta, según yo de mí para mí, es que ese encierro tiene dos razones: la venganza y la advertencia.
La venganza ya se la saben, es de Aysa, el secretario de Gobierno, quien es visto en Palizada como el equivalente de la peste bubónica. Por eso perdió la elección ante Pedro pero tranquilizó su conciencia con la versión de que fue traicionado y desde entonces trama el castigo contra quien lo venció y contra su pueblo.
(Apunte cultural: esa versión es suicida; digo, si después de tantos años en la política Aysa no fue capaz de anticipar las puñaladas traperas, entonces no sólo es un leproso en su comarca sino también muy ingenuo.)
Tiempo ha que Aysa andaba detrás de Ayala y éste le facilitó las cosas al cometer los Siete Pecados Capitales y, en plena borrachera de poder, pelearse con el PAN, el partido que lo arropó en las últimas votaciones, quedando inerme frente al pelotón de fusilamiento. Era cuestión de tiempo.
Ahora Ayala despacha en Kobén y Aysa prepara la imposición de Maritza Díaz, su pupila, con la que cumplirá su sueño de gobernar el rancho aunque sea a través de una muñeca inflable.
Y para no dejar nada al azar, al líder municipal de Morena le han llegado amenazas de cárcel para que ni siquiera parpadeé. Normal: el partido del Peje es una fuerza política en ascenso en Palizada, así que había que tomar medidas agresivas, a fin de cuentas los morenos amurallados no protestarán. Layda ya está haciendo campaña en el DF con dinero campechano y Alito ya tiene alguien cerca del Peje que le hable bien de sus maquetas.
La venganza contra Pedro y los paliceños va tomando forma.
La advertencia es del gobernador. La cárcel ya es una realidad para Ayala y una probabilidad para alcaldes incómodos, como los rezagos puruxistas Uribe y Garo, que desde hace rato están fríos, y sobre todo para los panistas que sueñan con la reelección o con dejar el poder a alguien de su mismo partido.
Es un ofrecimiento de impunidad para los azules: sus transas no tendrán castigo si regresan sus municipios al PRI para que Alito presuma el espaldarazo del pueblo a su régimen. Y también una amenaza si no obedecen.
En especial, el disparo de advertencia fue para el carmelita Pablo Gutiérrez Lázarus, alcalde del municipio que es obsesión y fantasía erótica del Supremo. Mientras Pablo barre, plancha y pinta el ayuntamiento es desfalcado brutalmente, lo que representa una traición al pueblo que lo eligió para terminar con los usos y costumbres de chelys y satanases. De ahí lo tienen agarrado.
Ayala es un anticipo de Alito a Pablo: ese es el destino que le espera si no entrega la alcaldía a Oscar Rosas o a Del Río. Es más, podrían incluso obligarlo a pelear la reelección para que sea Lázarus, el alcalde y candidato, quien rinda la plaza ante el gobernador y los panchitos de la capital controlen de nueva cuenta la isla.
Lo que no me explico es por qué los panistas, que gobiernan cinco municipios y a la mitad de la población, no se han unido contra un gobernador que está en terapia intensiva desde la nominación de Meade, y que ha arrasado con el erario en nombre de sus delirios presidenciales, sus maquetas y sus recuerdos de la miseria agobiante que padeció de niño. En fin.
Así las cosas en Campeche, donde un árbol que nació torcido y con dos actas ha prostituido la justicia hasta convertirla en instrumento de venganzas y advertencias. Y dios mediante, con la complicidad de la vaca campechana, tan dócil ella, veremos cosas peores.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.