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Un Megadrenaje para el naufragio

La lluvia del viernes pasado inundó zonas que antes no tenían ese problema. Esto nos lleva a pensar en la obra pública en tiempos de Fernando Ortega, cuya relevancia se mide por el dinero que produce para políticos y constructores y por las veces que elude la fatalidad: el Megadrenaje de mil millones no sirve, pero por lo menos esta vez no se derrumbó. 

Meses atrás, el 29 de abril, un aguacero arruinó parte del Megadrenaje. Al día siguiente, el gobernador culpó a los campechanos del colapso por las cantidades monstruosas de basura que tiran a la calle. 

Nadie discute que lo dicho por Purux es, en parte, cierto. Basta una vuelta por el malecón para comprobar lo que piensan los liberales y heroicos animalitos de la limpieza y el ecosistema. Pero ese afán por ensuciar ha estado ahí desde siempre y las inundaciones no eran tan graves como ahora que se construyó una obra para combatirlas. ¿Cómo llegamos a esto? Mientras lo pienso, les cuento un chisme.

El caos resultante de la lluvia entusiasmó a Betty Selem, exalcaldesa, que criticó al megagobernador vía tuiter: “Aplausos x el supercuello de botella que nos dejó de herencia”, escribió. 

No debió hacerlo. Sin importar las razones, su gestión municipal fue el coletazo final del desastre que inició el panista Ruelas, aquel que como candidato era la encarnación del cambio y como alcalde la prueba científica de que la ineptitud y la corrupción no son propiedades exclusivas de ciertas siglas o colores.

De inmediato, también por tuiter, Fernando Ortega contestó: “Grandes aplausos por la estrategia de servicios de recolección de basura q heredaste”. Tampoco debió hacerlo. Él no está como para presumir estrategia alguna y, además, su administración ha sido pródiga en burradas sobre las que nunca ha dado una respuesta tan rápida y precisa como la que obtuvo Betty. 

Por ejemplo: en materia de Salud lo perdimos todo, desde el primer lugar en cobertura de vacunación hasta el buen funcionamiento del hospital Manuel Campos, pasando por la detección temprana del cáncer cervicouterino. Fernando no ha explicado si eso se debió a sus equivocaciones o a una estrategia bien definida: pasarse la Secretaría de Salud por el sistema digestivo. Lo único eficiente fue el saqueo. 

En Educación, regalar zapatitos solidarios mientras el 70 por ciento de la infraestructura educativa está en ruinas fue un error, y usar a los granaderos contra los profesores cuando ni Che Cu había merecido ese trato, una infamia. Hasta ahora, Fernando no ha dicho este hocico es mío y tampoco se preocupó por el robo a gran escala en Secud, ese sí una obra maestra. 

La cantaleta triunfal, “la entidad más segura”, es un daño colateral de la política económica solidaria. A la delincuencia organizada no le atrae una plaza donde el 70 por ciento de sus habitantes no gana para comprar la canasta básica. Por tanto, el fracaso de Fernando al ubicarnos en último lugar en todos los índices económicos nacionales, al socializar la pobreza y privatizar la abundancia, atenuó el interés de los cárteles y otras formas de delincuencia, pero sumió a su pueblo en la agonía del hambre y la desesperanza. 

La obra pública fue poca, mala y cara; además de efímera cuando no inútil. La reconstrucción del malecón champotonero demoró seis años y la aparición de baches y hundimientos seis segundos a partir del final de la ceremonia de inauguración. El frijol radioactivo que usa el arquitecto Curi para pavimentar es un fraude genial. 

Como el malecón de mi pueblo, no hay obra solidaria que dure aunque el costo de cada una hubiera bastado para hacerlas eternas. Ya no hablemos de su utilidad, concepto que la glorieta de Guadalupe extinguió forever (saludos, Lalo). Regresamos aquí al Megadrenaje.

El objetivo único de Fernando y sus bucaneros fue enriquecerse sin importarles un caraxo las calamidades que dejaban atrás. El Megadrenaje responde a esa dinámica: fue una obra pensada para robar mil millones, no para combatir las inundaciones, de ahí que la ciudad de San Francisco de Campeche naufrague hasta cuando a un liberal y heroico animalito se le ocurre orinar en la vía pública.

Besitos.

Tantán.  

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Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.

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