El Manuel Campos era un hospital prestigiado, bien equipado, con buena atención, que se convirtió en una alternativa para muchos campechanos cansados de caer en manos de médicos yucatecos, cada vez más entregados al negocio de exprimir pacientes.
Pero eso duró hasta que llegaron los Justos y Solidarios. Por venganzas políticas, por irresponsabilidad, por desconocimiento, desmantelaron el Manuel Campos y lo transformaron en un híbrido que nadie sabía a ciencia cierta para qué servía. El personal, a quien nadie informó un carajo, sólo miraba horrorizado como partían las cuadrillas de Salud con los equipos y el material del hospital, en una sistemática labor de destrucción. Por un tiempo, incluso, corrió el rumor de que lo habían cerrado.
No fue cerrado. Después de desmantelarlo quedó como Centro de Salud cuyas necesidades eran irrelevantes para el gobierno, entre ellas el pago del suministro eléctrico. Por eso fue que la CFE, maraña burocrática que de humanidad no tiene un gramo, hizo lo único que le sale con cierta eficacia: suspender el servicio y, como consecuencia de esta suma de retorcimientos, la fatalidad decretó la muerte de un bebé.
Entonces sí, una vez muerto el bebé viene la búsqueda de culpables y aparece el dinero: el gobierno acaba de pagar 500 mil pesos a la CFE, deuda que fue el origen de la tragedia, y ha iniciado la ronda de declaraciones, una más estúpida que la otra. Si algo quieren explicarnos que sea esto: si tenían el recurso, ¿por qué no pagaron antes?
Ahora bien, ¿qué sigue? ¿Cuál será el final de este drama?
El gobierno del Estado, insensible a las repercusiones de su inoperancia y voracidad, evadirá su compromiso culpando a la CFE.
Los medios de comunicación seguirán la línea del gobierno, fuente de sus ingresos mayores, y le caerán en montón a la empresa de clase mundial.
La CFE persistirá en lo que es: un nido de corrupción, prepotencia e ineficiencia, a la que no le preocupa lo que diga el gobierno, la ciudadanía o la madre que lo parió.
Enrique Iván, el secretario de Salud, declarará lo mismo que el gobernador, dejará pasar la tempestad y volverá a su campaña por la alcaldía carmelita, lo único que en verdad le importa.
Los campechanos comentaremos éste escándalo unos días, después la amnesia. Hace mucho que sabemos que la corrupción mata lo mismo que la indiferencia hacia ella, pero nos da igual. Además, ya casi estamos en carnaval.
Y mientras tanto, liberales y heroicos patriotas, ante cada uno de los desenlaces arriba mencionados, el bebé seguirá muriendo.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.