Anunciaron hoy el inicio de la construcción del distribuidor vial de La Ría, el equivalente de la Gran Muralla China para nuestra Suprema Maqueta, Madre de Dragones y Santurario Natural del Botox Alito Moreno.
Sin problemas de tráfico que ameriten la edificación, la única explicación posible detrás de esta mafufada es que Alito ha revolucionado el concepto de obra pública, cuyo origen fue el beneficio de la colectividad pero que ahora, gracias a él, sólo responde a los impulsos de una frivolidad enfermiza.
Alito supone que ante desafíos como reactivar la economía, generar empleos y combatir la delincuencia los únicos remedios efectivos son sus aberraciones arquitectónicas, innecesarias y onerosas, porque aplica a la entidad la misma lógica que a sí mismo: toda perversión puede ocultarse fácilmente tras la simulación, la mentira y una andanada de cirugías plásticas. La ignorancia, la vileza, cualquier fracaso es indetectable si se aplica la cantidad adecuada de botox y maquillaje.
Peor aún. Mucho me temo que con este segundo piso estamos ante el prólogo de una tragedia, porque cuando la frivolidad se convierta en varilla y concreto la capital contará con los ingredientes de un desastre anunciado: un distribuidor vial levantado por empresas diestras en el arte de inflar costos y construir porquerías, y en el subsuelo un ejemplo perfecto de lo anterior, es decir, un megadrenaje que se derrama con un escupitajo… y que se está hundiendo.
Hay más. Si una obra de tal magnitud a cargo del gobierno en la era de los socavones causa horror, del horror pasamos al enojo cuando nos enteramos que los disparates “monumentales” anunciados por Alito son sólo para San Francisco de Campeche (a Carmen sólo le tocó una rascuache Unidad Deportiva), pero serán pagados con el dinero de todos, incluso el de los que habitamos en los otros diez municipios, los olvidados.
Así, la deuda por mil millones que cada liberal y heroica piocha pagará en los próximos 20 años por estas lactancias monumentales sólo beneficiará a esa fauna citadina compuesta en su mayoría por burócratas supersticiosos, que creen que las inundaciones salvajes que sufre su ciudad desde que inauguraron el megadrenaje se deben a la basura en las calles.
Así, el distribuidor de La Ría, la milésima remodelación del malecón de la capital, las fuentes tipo Bellagio, la reconstrucción del parque Moch Couoh y otras apologías de la estupidez, de hacerse realidad, lo serán gracias al abandono, la miseria y el atraso de resto del estado.
Para ilustrarlo mejor en el mes de la “campechanidad”, digamos que mientras el pregonero mitómano dilapida el dinero de todos en obras inútiles para el rancho amurallado, al resto de nosotros, desde Calakmul y Escárcega hasta Hecelchakán y Hopelchén, sólo nos tocará un turrón de buen tamaño.
Provecho.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.