La exesposa de Alito Moreno es enemiga de Campeche. Es decir, doña Claudia Arceo se contagió de zika y lo publicó en redes sociales, y con eso cumplió, de forma magistral, los requisitos para que el gobernador le lance un selfie embrujado y después corra a jugar un partido de fútbol en Dzibalchén para impulsar el progreso de la entidad.
No sólo eso. En su publicación, doña Claudia Arceo revela algo escalofriante: a pesar de que el diagnóstico médico demostró que estaba enferma de zika, en su expediente en la clínica asentaron que se trataba de un posible caso de dengue y nada más; y como reclamó, le confesaron que nada podían hacer: “Es que así lo manejamos”.
La traducción del lenguaje burocrático es fácil: alguien ordenó maquillar cifras para ocultar la dimensión del desastre, y esa orden se está cumpliendo en todas las instituciones de salud incluyendo las particulares, como la Clínica Campeche, donde atendieron a la señora Arceo.
Es un consuelo perverso: si no hay datos sobre el zika en los informes de la Secretaría de Salud, entonces la plaga no existe en Alitolandia y todo se reduce a un chisme de agitadores. Con eso el payaso mitómano queda feliz, pero su felicidad es tragedia colectiva.
El zika está más allá de un brote de influenza estacional, rotavirus o, incluso, una epidemia de chikungunya como la del año pasado. El contagio durante el embarazo provoca microcefalia y otras deformaciones congénitas en el feto, y en niños de hasta tres años también causa daños cerebrales irreversibles.
En este caso, el maquillaje para respaldar la alucinación del Campeche del progreso no es un juego, no es un intrascendente ilusionismo numérico, no es una nota al pie en el anexo estadístico del próximo informe. Es un Crimen de Estado.
Y no pasará mucho tiempo para que veamos el resultado de los datos trucados, el silencio de los medios y el cinismo de Alito Moreno: madres dolientes y niños marcados por una enfermedad que, por orden gubernamental, nunca existió.
Besitos tristes.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.