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El diálogo según Alito

En su toma de protesta Alito prometió “diálogo, diálogo y más diálogo”; pocos días después demostró que sus promesas son tan confiables como su título de abogado y mandó a la policía a desalojar a macanazos a los empleados de Oceanografía que, desde hace más de un año, exigen su liquidación. 

Me enteré del desalojo en Facebook gracias a Página abierta, un portal que no ha entrado a la danza de elogios a Moreno Cárdenas, compartí la noticia y un amigo carmelita me respondió en estos términos:

“Muy bien hecho, ya era hora que los gobernantes defiendan a las mayorías ciudadanas que se ven lesionadas con paros de carreteras, manifestaciones que no te permiten circular donde tienes DERECHO. No es honesto que para conseguir algo, se tenga que pasar sobre el derecho de los demás.”

Por la Stella Maris, nunca entenderé el afán de criminalizar a las víctimas y defender al estado y sus engendros. Flor de barrio, hermanito, existen formas mucho más letales para afectar al prójimo que los plantones, como el tráfico de influencias para obtener contratos de Pemex y hacer dinero, mucho dinero para comprar conciencias y prostituir políticos, de por sí raeguetoneros. 

Ejemplo de lo anterior, la relación entre Amado Yáñez y un tal Alito; el primero, propietario de Oceanografía y beneficiario de los gobiernos blanquiazules; el otro, un político en ascenso en aquel entonces que, siendo priista, se hizo notar por los favores que hacía al panista Camilo Mouriño. Fue el español quien los presentó y desde ese día Yáñez y Alito se convirtieron en el Chómpiras y el Botija.  

A Amado se le acabó su época de gloria con Peña Nieto. Lo pescaron en un fraude, intervinieron su empresa y lo mantienen encarcelado para enseñarle que las cosas han cambiado y los tricolores son, de nuevo, los proxenetas de Pemex; pero él sigue disfrutando lo conseguido como cleptómano preferido de foxes y calderones. Lo rumbeado no se lo quitarán jamás.

Y Alito, que recibió dinero, relojes y otras bendiciones de Yáñez, y viajaba en los aviones de Oceanografía con la misma frecuencia con que la perrada aborda un minubús, es hoy gobernador de Campeche. La fortuna adora a la juventud estudiosa.

Entre los dos rasguñaron su porción de riqueza nacional mientras que a sus damnificados, sin esperanza de que les paguen lo que ya trabajaron, desesperados por enviar recursos a sus familias, se les ocurrió organizar un plantón y les cayó el chahuistle a macanazos.

La conclusión es simple: Alito destruyó dos veces a los trabajadores de Oceanografía. La primera por su complicidad con Yáñez en el fraude, y la segunda, con el desalojo que impedirá a las víctimas exigir la liquidación que les corresponde y donde el único diálogo que hubo fue el de la violencia. 

En suma, los arruinó y los madereó en grande.

Visto lo anterior, el derecho al que apela mi amigo carmelita no es cosa de este mundo sino de algún otro donde la corrupción e impunidad no son atributos, son delitos. Ahí nunca habría plantones, Yáñez estaría en la cárcel y Alito no sería gobernador. Pero aquí el marco legal lo aplasta cualquier orangután con poder.

Así las cosas, aplaudir el desalojo en nombre del Derecho sería para wisharse de la risa si no fuera porque detrás de la celebración se oculta una peligrosa simbiosis con el poder y sus excesos. Aplauden porque son partidarios del México de unos cuántos y la aplicación selectiva de la justicia. Los PRIvilegios sobre la Ley.  

Fue Savater el que dijo: «Lo peor de los políticos es que se parecen mucho a quienes los han elegido». No busque más, marchantito, aquí tiene un ejemplo.

Besitos.

Tantán.  

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Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.

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