Esos tres personajes que ve usted a lo lejos, sentaditos, son parte del equipo que cuida la casa del Secretario de Gobierno Carlos Miguel Aysa.
El cuarto elemento no aparece en la foto (sólo vemos la silla) porque en esos momentos estaba paseando al perrito de la esposa del Secretario. Así es: no cualquiera se da el lujo de aligerar las tripas vigilado por un guardia de seguridad con permiso para portar armas.
Cuatro elementos por turno no está mal. Con razón a Aysa no lo han asaltado como al resto de los campechanos y, mejor aún, el perrito de su mujer no ha desgraciado la sala.
Por supuesto, somos nosotros los que pagamos por la seguridad de Aysa, dispendio un tanto exótico cuando estamos en la entidad más segura de este cuadrante galáctico; y también a nosotros nos cuestan los paseos del perro, derroche inexplicable en tiempos en que Alito jura que su gobierno se está apretando el cinturón.
La tragedia radica en que en este escuadrón de retrasAlitos cada quien baila su propia música, mientras el jefe tiene que salir a dar la cara por el relajamiento de tripas de sus funcionarios.
Ah, qué tiempos aquellos cuando Alito se burlaba de Fernando Ortega, cuando lo llamaba penedejo, cuando se reía de que nadie le hacía caso “al pobre gordito”, ni siquiera su Secretario de Gobierno. Hasta aquí se escuchan las carcajadas del Purux desde Paraguay.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.