Cuando Alito supo de la expedición de Elba Esther Gordillo al África, de la ceremonia vudú que la encumbró, del león despellejado, quiso lo mismo. Después de todo, la Maestra era la representación más obscena del poder que él anhela con impaciencia de quinceañera.
Al continente original fue Alito y tramitó lo necesario. Se presentó al ritual al atardecer, sin bañarse y con una muda de ropa, como le indicaron, y vio cómo torturaron y desollaron un león, luego le embadurnaron la sangre, le frotaron las vísceras, con las garras le dibujaron signos extraños en el cuerpo y por último lo cubrieron con la piel del animal y lo amarraron; entonces le ordenaron que pidiera en voz alta, siete veces, lo que más deseaba. El testigo afirma que no pidió una maqueta. Cuando el brujo determinó que la fuerza de la bestia había pasado al Supremo, acabó todo.
Por ese trabajo nuestro héroe pagó 5 millones de pesos.
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Idiotas. El 23 de noviembre, en una serie de conferencias en la Cancillería, Videgaray destapó a Meade elogiándolo descaradamente. Los asistentes aplaudieron. Al otro día, Peña Nieto desmintió a su amigo: “El PRI no elegirá candidato a partir de aplausos”, dijo. La perrada se lanzó al vacío creyendo que el bueno no sería Meade. Fue Meade.
Acostumbrados al hurto, las alegres comadres se robaron hasta la primicia del destape, y lo arruinaron.
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Meade desde el lunes. Su candidatura ha enfrentado a los panistas y priistas de a pie, que pretenden decodificar el fenómeno sin perder la fe institucional. Dan pena.
No comprenden que el ungimiento del funcionario de administraciones tricolores y blanquiazules, el hombre sin otro partido que la tecnocracia y sin otro dogma que el neoliberalismo criminal, representa la desaparición de las fronteras entre esos institutos políticos con un sólo propósito: la defensa del proyecto económico y los privilegios de quienes saquean al país.
Así es, Meade garantiza que el modelo económico que durante 35 años ha producido millonarios clase Forbes y jodidos tipo National Geographic seguirá vigente, lo mismo que la corrupción e impunidad, lastres históricos que no se le atragantan.
Porque fue su Cancillería la que entregó los 100 millones de dólares a la fundación de Josefina Vazquez Mota; fue su SHCP la que permitió que gobernadores priistas desaparecieran 300 mil millones de pesos, el equivalente al presupuesto campechano por 30 años. Y también porque calló ante La Estafa Maestra, el desfalco de Rosario Robles a Sedesol, la generosidad fiscal ante empresarios que evaden impuestos, los Panamá Papers y un largo etcétera. Mención aparte merece su participación estelar en el Fobaproa, las reformas estructurales y por ende, en los gasolinazos.
Todos estos datos han circulado por las redes sociales y el resultado es que el esperado parto de los montes con el que Peña Nieto tuvo en vilo a la nación durante meses acabó en una triste diarrea.
La cosa empeora. Aferrados a protocolos que renuncian a la imaginación y desafían a los tiempos, la liturgia priista encarriló a Meade en formalidades jurásicas como el besamanos, la cargada de búfalas y periodistas, el apapacho de los sectores, horrores que creíamos idos, que causan repugnancia, pero que siguen ahí para recordarnos que el PRI es nuestro grillete.
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Hastiado de la farsa, pensé otra vez en Alito. El lunes, con el destape del enemigo de su jefe Osorio Chong, creí que su carrera había terminado. ¿Será que en África lo cubrieron con una maqueta de león?, me pregunté. ¿Será que el brujo no se cambió el chip?, me pregunté again.
Pero hoy, después del anticlimático dedazo y sus secuelas, me parece que el león sí era de verdad y que el embrujo funcionó.
Porque todo indica que ni siquiera será necesario que el Supremo traicione a su partido y negocie con Morena. Va tan mal el proyecto Meade para el vivero antediluviano que él puede sentarse tranquilamente a esperar la ansiada derrota para, entonces sí, lanzarse a lo que ha sido su recurrente sueño mojado: rehacer el PRI con él y Murat y Velasco y demás como los nuevos manlios y gamboapatrones, disparate que puede dejar de serlo.
Mientras digieren lo anterior les hago una súplica: además de Alito, la historia africana sólo la sabe la persona que lo acompañó, el diputado Freddy. Sean discretos, es información confidencial.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.