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El jaguar veterinario

El viernes les conté de un “laydazo” gravísimo: desde hace dos meses y medio suspendieron el servicio de análisis clínicos del hospital de Champotón porque el laboratorio no cuenta con el equipo, reactivos y material necesario para realizarlos. En los comentarios al post el panorama empeoró, porque supimos que la suspensión no es exclusiva de mi pueblo sino que abarca la red de hospitales de Campeche.

Según comunicado interno de la clínica, el 31 de diciembre finalizó el contrato entre la empresa que proveía equipos y el gobierno estatal, y éste, ocupado como está en encontrar a la mente perversa que ideó la botarga de doña Layda que, a diferencia del modelo, tiene sus facultades mentales en regla, no se ha interesado por el asunto.

Así, mientras encuentran a la Layda racional y determinan si va a la cárcel o al Martes del Jaguar para que Laydita, la original, ya no tenga que viajar una vez por semana a la entidad que gobierna, en los laboratorios del sector público no tienen ni para comprobar si en el torrente sanguíneo de Alito existen rastros de vodka de tamarindo o sólo de lácteos cubanos.

Pues bien, a esta cadena de amarguras se suma otra: desde hace tres semanas el aparato de rayos X del hospital Manuel Campos se declaró inservible y el personal no sabe para cuándo funcionará de nuevo. Y en la misma situación se encuentra el aparato del ISSSTE.

Por tanto, si usted necesita unas radiografías tiene dos opciones: ir con un particular si cuenta con la marmaja para pagar; y si no, puede probar una estrategia de alto riesgo:

Vístase de mesero de algún establecimiento de la calle 59, salga a caminar por el Centro Histórico un fin de semana a eso de las cuatro de la mañana, y cuando la policía lo someta bajo el cargo multifuncional denominado: “Te ves muy sospechoso” y lo esculquen para robarle su pago y propinas, pregúntele al uniformado que le parezca menos cruel si en el escaneo con el que determinaron su grado de “sospechosismo” encontraron alguna lesión en, y señale el lugar que le interese.

Layda manejó más de veinte mil millones de pesos el año pasado, tendrá más recursos este 2023 y no se le conoce una sola obra. ¿Adónde se va esa lana? Nobadi nous.

La desaparición sistemática de dinero en lo que va del “jaguarato” ha sido el capítulo final para Salud, sector que agonizaba bastante gacho porque fue especialmente masacrado por Fernando Ortega, Alito Moreno y Carlos Miguel Aysa.

Éste último, el buitre lunático, recordado por haberse entercado en celebrar la competencia Iron Man cuando iniciaban los contagios del bicho asiático, protagonizó una historia que ilustra el grado de putrefacción detrás de las instituciones hospitalarias:

Con la intención de desviar 23 millones de pesos, su administración simuló compras de medicinas contra covid en plena pandemia, según investigación de la Auditoría Superior de la Federación. Muchos campechanos murieron por falta de medicamentos que, en teoría, habían sido adquiridos, pero Aysa no tendrá el castigo que merece como asesino múltiple: la disposición para entregar la entidad a Morena le ganó un blindaje nivel 5 y una embajada en República Dominicana.

Durante los estertores finales del priato, ir a las farmacias de los hospitales con la receta era enfrentarse al desabasto promovido por la corrupción.

El nuevo priato que repta con la siglas Morena y encabeza Layda le ha agregado un piso más a la catástrofe: sin análisis ni rayos X, sin la posibilidad de un diagnóstico preciso de sus enfermedades, los pacientes más pobres, que son las víctimas preferidas de todo régimen, ni siquiera tienen la oportunidad de arribar a la farmacia para maldecir el desabasto: la corrupción empieza a matarlos desde antes.

Besitos.

Tantán.

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Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.

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