Bueno, mi vecino decidió que hoy tocaba Chayanne, así que la calle 30 está bajo el asedio de baladas altas en azúcares y rumbas feroces para sobacos industriales.
Escribir este texto bajo esas condiciones es deporte extremo, como participar en los operativos de Marcela, pero no tengo de otra: necesito contarles cosas de mi pueblo.
Arribaron por aquí empleados de la Auditoría Superior del Estado para revisar la administración de Claudeth. La revisión iba a medias y el desfalco ya rozaba montos de escándalo: 219 millones de pesos evaporados. No quisieron decirme la cantidad final.
De esto hace dos meses.
Tomando en cuenta que el presupuesto anual del municipio es de poco más de 400 millones de pesos, Claudeth ha manejado algo así como mil 200 millones en su trienio. Sabrá dios cómo, pero ella y el marido se las arreglaron para esfumar la cantidad equivalente a medio año de labores.
Y eso que nos gobiernan los que acabaron con la corrupción, los que no roban, no mienten y no traicionan. Los que no son iguales.
Con dolor en el corazón, es de hombres reconocer que por lo menos los Uribe intentaban simular su vocación de ratas. Les salía fatal, lo sé, pero es que comparado con el Negro y su edecán, que no conocen ni la discreción ni la pena ni los límites, el intento de los panzones por esconderse detrás de una vara de bambú se agradece.
Además del robo detectado por la auditoría, hay otros ejemplos que nutren la fe en la transformación que nos recetan Claudeth y su manager, va uno:
En Contraloría municipal andaban como Obrador desde que salió el libro de Anabel Hernández, y es que no aparecía un transformador. El aparato debía estar en Servicios Públicos pero pos ya no, y los empleados acordaron que nadie sabía nada para no quemar al jefe Black.
De pronto, alguien en Contraloría aplicó lógica elemental al enigma y exclamó “¡ya está!: el Negro se lo transó”.
Fueron a checar el Black Hole del primer damo y ahí estaba.
Convencer al agente artístico de Claudeth de devolverlo fue parir zepelines con púas. Digo, no cualquiera presta su transformador nomás porque sí. Pero como le explicaron que nomás era para cierre de inventario, el Negro sacó su lado generoso y aceptó.
A partir de ahí todo transcurrió con velocidad y precisión: personal que va por el transformador y lo lleva al patio de Servicios Públicos, elementos de la Contraloría que registran, fotografían y finalizan trámite; personal de Servicios Públicos que regresa el equipo a la casa del perverso Black Ken de la chan Barbie bella, fiel y xingona.
En lo referente a la rapiña, los esposos Sarricolea no tienen ruibal. Cantemos:
Tu pirata soy yooooo, tu querido ladrón de amooooor…
Besitos que bailan así, venga, ah, ah, qué belleza.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.