Como todos ustedes saben, Fernando Ortega es un maestro de los mensajes cifrados y de la simulación política. El mago que transforma los triglicéridos en intrigas de Papa renacentista. Recuerden, por ejemplo, aquella entrevista de banqueta en la que se negó públicamente a eliminar la tenencia vehicular porque eso pondría en riesgo “programas de gran envergadura” para el estado, y todo esto lo declaró fingiendo un enojo incandescente, como si se le hubieran roto sus zapatitos solidarios. Meses después, cuando la cúpula priista determinó que era necesario engatusar crédulos con el cuento de que habían cambiado y exigió a los gobernadores de su partido que cancelaran ese impuesto, Purux Ortega obedeció de inmediato y sin torcer la boca. Fue un engaño magistral: los remilgos entre el no inicial y el sí final de Fernando fueron una distracción para nunca revelar dónde quedó la envergadura.
Otro ejemplo fue aquel enfrentamiento feroz con Ruelas, en ese entonces alcalde de la capital. El contexto es este: Ernesto Cordero, secretario de Hacienda, vino a Campeche y en una conferencia de prensa la reportera de Proceso, Rosita Santana, le preguntó si era cierto que el gobierno federal ahorcaba financieramente a la entidad. Cordero no sólo lo negó sino que demostró con datos precisos que recibíamos la mayor cantidad de recursos de nuestra historia. A un lado de Cordero Fernando, que había llorado miserias cada segundo de su mandato, quedó en pelotas.
Ante lo dicho por Cordero, Ruelas exigió y con razón que el gobierno estatal le entregara el dinero que por ley le correspondía pero no recibía por arbitrariedad justa y solidaria. Dolido e iracundo, Fernando respondió con una frase enigmática: ¡No cuquen al tigre!
Al día de hoy nadie sabe a qué tigre se refería Ortega ni quién trataba de cucarlo, pero la expresión quedó fija en la eternidad junto a “Ni empinado quedó bien” de Herculano Angulo y “Yo salvé a Campeche” de don Antonio González Curi, y aportó una nueva definición al castellano: Cuquear al tigre: actividad que consiste en rascar frenéticamente el saco escrotal de la bestia hasta convertirte en Niño Contralor.
Llego aquí al punto cumbre. Ayer Fernando lanzó otro mensaje ultra cifrado en Twitter: “Al margen de credos religiosos o del agnosticismo, Santa María de Guadalupe es madre generosa de México desde hace 489 años y el Cristo Negro de San Román es Padre generoso de Campeche desde hace 455 años. El Poder de la Fe dibuja nuestros cielos con color de esperanza.”
Qué hermético es FOB, caraxo. Padre negro, virgen morena. ¿Qué habrá querido decir? No tengo a la mano mi máquina Enigma y además siento que hay algo inmenso y sacrílego en esto, un misterio que responde a fuerzas más allá de mi comprensión. Mejor aquí la dejo.
Por cierto, antes de irme les cuento que hace unos días los seguidores de Fernando Ortega huyeron de la campaña inerte de Renato Sales y se sumaron a la de Layda Sansores, incluso hubo una comida para festejar la alianza. Oh sí, los cielos de los desterrados por Alito se pintan de color guinda.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.