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Frúnzanlo, viene el drenaje

Anuncian el drenaje y aparecen los burrócratas solidarios que nos cuentan que la obra es nuestra Gran Muralla China. Oh, sí, querido público: si la bola de queso y el chile xcatic fueron el legado de Jorge Carlos, el drenaje es el pasaporte a la inmortalidad (del cangrejo) de Fernando y su Sonora Rumbo Al Progreso.

Normal. Como bien sabemos, para permanecer y ascender en la burocracia local es necesario chupar muchos sabañones (para mayores informes, llamar a Raúl Pozos).

Anuncian el drenaje y los periodistas del régimen se esfuerzan en dejar en claro que lo suyo es servir como cajas de resonancia. Mejor que funcionar como fe de erratas del gobierno es legitimar a las ratas.

Normal: el chayo, dice Zapata, es de quien lo trabaja.

Anuncian el drenaje y surgen, como sapos después de la lluvia, los usuarios en redes sociales que tachan a los campechanos de gatos de Angora: si les construyen el drenaje, mal; si no, también.

Normal. En muchos casos, una cuenta Tuiter o Facebook no opera como blindaje contra la estupidez.

La discusión, queridos liberales y heroicos burócratas, no es acerca de la necesidad o no del drenaje, sino sobre qué clase de drenaje van a recetarnos. Y en esta obra hay varios elementos a considerar.

Para comenzar, el titular de Obras Públicas del Estado es el arquitecto González Curi, y con eso debe bastar para que, ante la lógica de que la construcción del drenaje quedará bajo su supervisión, todos, a la voz de tres, apretemos el asterisco.

La fortuna inmensa del arquitecto González Curi es directamente proporcional a la tragedia urbana de Campeche. Primero, como alcalde de la capital, se encargó de reconstruir las vialidades que ya existían, y abrir otras, con una emulsión de frijol aguado de su propia inspiración que se disuelve hasta con un escupitajo. 20 años después, los baches tienen calles y no al revés.

Luego, con la llegada de su hermano Antonio al gobierno del Estado en 1997, el arquitecto usó su famosa emulsión en todos lados, y en eso anda hasta el día de hoy, 16 años después. El resultado: en Campeche los vehículos con sistema de amortiguación intacto son, como la Atlántida y los extraterrestres, temas para programas de lo insólito.

Una de las ultimas hazañas del arquitecto fue la reconstrucción de una parte del malecón de Champotón. La obra demoró más de lo previsto y, una vez terminada, entró en estado de vertiginosa descomposición. Tanto que cuando Fernando quiso presumirla en su Cuarto Informe, ya olía a podrido.

Y si Obras Públicas en manos del arquitecto Curi es como la iglesia en manos de Maciel, de encima tenemos que cuidarnos de otros dos actores igualmente perniciosos: el secretario de Gobierno, Roberto Sarmiento, y la Cámara Mexicana de la Industria de la Construcción (CMIC) Campeche; algo así como el Clan Trevi-Andrade.

Bajo el control absoluto de Sarmiento y administrada por el arquitecto Curi para favorecer las muchas empresas constructoras que padrotea a través de prestanombres (luego viene la repartición de utilidades), la CMIC funciona como un organismo empresarial de membrete cuya participación en esta comedia es bastante obvia: facilitar el fraude.

Y para abrochar con cierre de oro, el último crédito en esta puesta en escena es para el pueblo de los liberales y heroicos patriotas, que ha hecho de la sumisión al poder una de las bellas artes.

Acostumbrados a comer huevo sin que les quemen el pico, los mismos que han destrozado Campeche para enriquecerse harán con el drenaje lo que saben: una obra de pésima calidad a un costo insultante. Todo para que los campechanos festejemos como sólo nosotros sabemos hacerlo: con un silencio sin cuarteaduras.

Como siempre, cuando se vaya Fernando habrá tiempo de susurrar nuestro descontento. Por ahora nos toca fruncirlo que ahí viene el drenaje y tantán.

Besitos.


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Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.

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