Hace unos días, en Seybaplaya, doña Ana Reyes fue a la entrega de apoyos “60 y más” sólo para enfrentarse a una situación que todavía la hace llorar. Cuando mencionaron el nombre de su padre, don Carmen, y se levantó a cobrar, una señora injertada en microbusero le reclamó que con qué derecho cobraba si su papá había muerto cinco días antes, y de ahí se lanzó al vacío con una letanía que dejó postrada a doña Ana y que cabe en cuatro palabras: “¡Habráse visto tamaña desvergüenza!”
Meses atrás, la señora que gusta contar los días de muerto de sus vecinos fue de compras al súper de Pelón y, por medio de las cámaras de seguridad, la sorprendieron cuando robaba un pollo. A estas alturas, ese robo se ha convertido en otro de los mitos que pasarán de generación en generación en Seyba: hasta los chombos están de acuerdo en que no es posible tamaña desvergüenza.
Doña Wilma Perera es la candidata del PRI a la Junta Municipal de Seybaplaya por la gracia de Alito, su pastor. Con él a su lado, nada teme y nada le faltará, dice. Y bueno, Alito tiene todo el derecho de imponer a quien le dé la gana, incluso en las regidurías plagadas de gallinas que ya no se cuecen ni con una hoguera como la de Ayotzinapa, pero los seybanos tienen el derecho a votar por su salvación.
Con la canallada en contra de doña Ana Reyes y el robo a Pelón, doña Wilma ha dejado en claro cuáles son sus principios. Si acusamos a los políticos de doble personalidad porque como candidatos son dóciles cual corderos y en el cargo más feroces que Gengis Khan, la candidata ha demostrado que no padece disociación de identidad: ella siempre será la jefa mongola y sobre advertencia no se valen lamentos póstumos. Si los seybanos votan por el PRI estarán dando su aprobación para que el pollo se convierta en un suplicio de tres años en los que las únicas cuentas que saldrán exactas, precisas, son las fechas de muerte de sus pobladores.
Ya lo saben.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.