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Karlita y los sobacos que sudan alcohol

“Creo en mi partido, en un partido incluyente donde todas las voces son escuchadas y tomadas en cuenta, con la preocupación de estar cerca de la gente.”

Karla Toledo.
Fragmento de su primer discurso como presidente del CDM del PRI Campeche.
3 de octubre de 2016.

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En la gráfica, Karla Toledo protesta como dirigente del CDM del PRI Campeche. Si a pesar de ese cargo usted no la conoce no se preocupe, en los próximos días se la aprenderá de memoria por la filtración de unos mensajes whatsapp que se le atribuyen y parecen plegarias de raeguetonero.
Son canallescos. En esos mensajes Karlita confiesa su odio por Jorge Ortega, el secretario del PRI municipal, y a esa revelación añade la infamia de burlarse de sus limitaciones físicas; se sigue con la mamá de la diputada Alejandrina, que “brinca y baila como Resortes esa señora da penita”; vapulea a las “dipunacas”, es decir, las legisladoras que llegaron al cargo por voto universal, qué asco, y no por vía plurinominal que es el equivalente a un título nobiliario; se lanza desde la plataforma de diez metros contra la “pinche regidora, vieja loca, que cree que con sus bastones y despensas ya la hizo”, lo que no sólo es una crítica mala leche contra la funcionaria municipal sino contra toda estrategia proselitista del PRI, donde las despensas son el premio de consolación para los jodidos que fabrica el régimen; cuenta que una tal Fabiola (o Lupita) es de moral relajada (léase: en el país de los colchones la consideran un arma de destrucción masiva), Sergio es un maricón y que a la diputada Freddy (¿Martínez?) le gusta que le den candela (en la mitología raeguetonera es mucho más elegante emplear la gasolina como metáfora de sexo, pero con los precios que arrojó la reforma energética…).
Hasta aquí nada nuevo. Karlita habló del ecosistema parasitario que habita con la vileza que es habitual en ese medio (o tal vez en todos). No voy a repetir aquí lo que Alito opinaba de Fernando Ortega, Sarmiento de Gabriel Escalante o Tony González de su gabinete.
Lo que llama la atención en los mensajes de Karlita es el odio incandescente contra las lideresas apestosas, sucias y hambrientas resumido con maestría en esta frase: “la chimuela que suda alcohol por el sobaco”.
Sí, estoy de acuerdo: las lideresas son, para los que no nos dedicamos a la política, un asco. Búfalas atrabiliarias y silvestres, aberraciones biológicas, etcétera. Pero para Karlita y los politiquitos fabricados en serie que florecen en el país desde los años ochenta, esas mujeres son imprescindibles.
Nacen, las lideresas, cuando los políticos (casi todos priistas en aquel entonces) se enclaustran en oficinas con aire acondicionado, alfombra, secretaria y guarura. Cuando no hay oportunidad de sobar jodidos porque los negocios del poder son inacabables y el tiempo breve. Así, entre una campaña política y otra, cuando los baños de pueblo no eran necesarios, alguien tenía que llevar a las colonias el mensaje de la revolución perpetua y las migajas para entretener la miseria, y aparecieron ellas.
No me pregunten cuál fue el criterio de selección: si la capacidad de articular dos palabras con cierto sentido o el nivel de radioactividad de sus flujos. La cosa es que se convirtieron, velozmente, en una plaga que devoraba colonias y asediaba políticos, y se le permitía. Sin ellas todo estaba perdido.
Desde entonces son las búfalas las que organizan, controlan, engañan y prostituyen a sus vecinos, lo mismo para alimentar mítines que para salir a votar. Porque ¿quién en su sano juicio asistiría a un evento de Karlita? ¿Quién en las colonias iría por voluntad propia a escuchar los tres capítulos del tedioso discurso de Alito: a) que trabaja incansablemente para beneficio de todos los campechanos, b) que quien critica es enemigo de Campeche, c) todas las anteriores?
Por tanto, el desprecio de Karlita hacia las lideresas era un secreto que debió haber guardado bajo siete llaves si aspiraba a un cargo de elección popular. Porque aquí, donde no hay cultura política ni de ninguna otra, donde los jodidos sepultan con su peso demográfico a los demócratas, las elecciones no las ganan las muchachas bonitas, bañaditas y olorosas, sino las portadoras de los sobacos letales que sudan alcohol.
Y si bien Karlita había logrado resistir las ganas de vomitar en público frente a las lideresas, simular el rencor contra Jorge Ortega y la risa ante la mamá de Alejandrina, olvidó que en estos tiempos lo que hagas, digas y escribas queda suspendido en el ciberespacio. Olvidó también que en el mundo que vive los aliados no lo son tanto y los traidores sí lo son y mucho. Y en esas circunstancias se le ocurrió abrir el Whatsapp (versión trimilenaria del hocico) y universalizar sus aversiones.
Ahora su carrera política está condenada sin remedio: si no la mata una estampida de búfalas la aniquilarán los de su misma especie, los parásitos infecciosos que insultó, y lo harán con la parsimonia y la contundencia que acostumbra la burocracia, donde las puñaladas se asestan en original y diez copias.
Besitos.
Tantán.
Postada: no estuvo tan mal que Karlita se transformara hoy en la reina de las redes sociales. Fue el distractor perfecto para que pasara desapercibida la salida del penal de Kobén del exalcalde de Carmen, Enrique Iván González. Otro fracaso de Alito.

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Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.

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