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La comedia narca de Champotón

El domingo 26 de octubre, a las cuatro y media de la mañana, el junior del trienio se presentó en el bar Bahía en pleno uso de sus eternas alucinaciones: troca negra de narco, tatuajes de narco, actitud de narco y compañía de narco: una bailarina del Diamante de Yuli sucursal Champotón. Además, cargaba con los meseros de ese lugar, que le hacían la corte por ser hermanito del alcalde.
Como corresponde al estereotipo aprendido en cine y televisión, el junior se sentó en una mesa con su séquito, pagó los tragos, dijo algunas barbaridades y todos se cagaron de la risa, e insistió en embadurnar de saliva el cuello de la dama. De pronto notó algo raro, se puso de pie y fue hasta la barra para plantarse frente a un joven de escasos 20 años, apodado “El Boti”: “¡Qué puta madre le ves a mi vieja!”, preguntó el junior y amenazó con la solvencia de un narco: “¡Como si aguantaras un balazo!”. “El Boti” le dijo que él no había visto a nadie, que no quería problemas y siguió con la vista fija en su cerveza. El junior se hinchó como pavo real  y repitió la amenaza, pero cuando llegó al segundo versículo “El Boti” le suministró un derechazo entre nariz y hocico y el junior viajó al suelo a velocidad supersónica. Como diría mi primo File: hasta las patitas levantó.
Unos minutos después, el junior se incorporó con muchos trabajos e intentó irse contra “El Boti” pero, carajo, con muy mala suerte: en Bahía también se encontraba el hermano mayor de éste, un personaje apodado “El Rudo” y no en vano porque pega como alcohol del 96, que entró a defender a su carnalito. Como una repetición de la primera parte del drama, “El Rudo” lanzó un derechazo, el junior levantó las patitas y entonces se le subió, colocó sus rodillas en los antebrazos del narquito fracasado para inmovilizarlo y empezó el sistemático y efectivo proceso de demolición. Lo dejó como mi alcalde a las primas de su esposa.
Los policías que acompañaban al junior no metieron las manos (uno de ellos confesó poco después que ya están hartos de estas escenas que se repiten semanalmente) hasta que la masacre ya era intolerable. Le pidieron a “El Rudo” que se pusiera de pie, que ya estaba bien. El junior permaneció inerte durante varios minutos sin que nadie se le acercara. Cuando por fin pudo levantarse vio que las pocas personas que quedaban en el bar se reían de él, los meseros del Diamante fingían no conocerlo y su dama se había ido con otro macho. Se encaramó en la troca y quemó llantas.
Veinte minutos después, el junior regresó. Poseído por un demonio cañero atravesó la camioneta en el malecón y se bajó portando dos sendos cuchillos cebolleros de grueso calibre; fue hasta la puerta de Bahía y recitó la letanía que tanta fama le ha dado en la comarca: “¡Los voy a matar. Sus vidas me valen madre porque mi hermano me hace el paro. Los voy a cortar en pedazos. Yo soy el jefe de la plaza, etcétera.” Mientras gritaba blandía los cuchillos y pegaba de brinquitos. En tanto, una larga fila de carros y tráileres protestaban con claxonazos por el bloqueo del malecón.
El administrador de Bahía fue hasta los policías que miraban el alboroto con actitud zen y les pidió que intervinieran. Después de todo, el junior podía lastimar a alguien y además estaba obstruyendo el tráfico. Los policías respondieron que nada podían hacer porque la instrucción es cuidar las travesuras del chamaco.
El junior permaneció gritando maldiciones y prometiendo descuartizamientos masivos durante 15 minutos. Nadie salió porque “el Boti” y “El Rudo” se habían ido a sus casas desde hacia rato. Por fin, el junior gritó: “¡Así me gusta, culeritos, tranquilitos!”, se encaramó en la troca y quemó llantas.
Una semana después, el viernes 31 de octubre, el administrador de Bahía abrió su negocio como cada fin de semana, y media hora después se presentó personal del Ayuntamiento para clausurarle el antro con argumentos que parecen de Ciencia Ficción. Así las cosas en mi pueblo que hoy es parte del elenco de esta patética comedia narca.  
Besitos.
Tantán.

@Bestiometro

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Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.

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