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La destitución de Sarmiento



“Roberto Sarmiento dejó la Secretaría de Gobierno y fue enviado a la Coordinación Política del PRI para foguearse partidariamente (sic) ”, reza un fragmento de esa obra de Ciencia Ficción que es la columna Expediente de Tribuna, donde los priistas combaten contra las fuerzas oscuras del PAN y Sonia Cuevas es la Princesa Leia.

Ahora bien, fuera de ese testimonio de la inacabable imaginación del chayo, es una desmesura afirmar que un secretario de gobierno, el que sea, necesita fogueo político después de dos años y medio en funciones, pero si esa afirmación tiene como destinatario a Roberto Sarmiento, quien acumuló una cantidad de poder nunca antes vista en un funcionario estatal, entonces estamos ante un disparate sideral. La realidad es que fueron razones de otra índole las que obligaron a Fernando a enviarlo a la congeladora, y estas son esas razones, tal y como me fueron referidas por ciertos funcionarios del Campeche solidario:

Hace unos meses, Fernando Ortega acudió a una reunión del Consejo Nacional de Seguridad Pública y ahí fue informado de que su Secretario de Gobierno no había aprobado el Examen de Control de Confianza que aplica la SSP. El asunto era de extrema gravedad porque Sarmiento, siendo el responsable de la política interna de la entidad, tenía acceso a información clasificada, y por ello le recomendaron al gobernador lo destituyera de inmediato o de lo contrario, según los lineamientos del Consejo, Campeche dejaría de recibir los 271 millones de pesos que le corresponden para la prevención del delito y el equipamiento y profesionalización de cuerpos estatales y municipales de seguridad pública.

(El examen de control de confianza establece 5 evaluaciones: médica, toxicológica, entorno social y situación patrimonial, psicológica y poligráfica. Según se sabe, Sarmiento no superó la prueba de entorno social y situación patrimonial, que “consta de una visita domiciliaria para verificar la congruencia de la información proporcionada por los evaluados, los antecedentes y su situación patrimonial, así como cotejar posteriormente la documentación proporcionada por el evaluado. ” (Fuente: PGR))

Pero el cariño de Fernando por Sarmiento es inmenso y pensó esa decisión muchas lunas, hasta que no le quedó más remedio y lo envió al PRI a “foguearse partidariamente (sic) ”, lo que sea que eso signifique. Además de la recomendación del Consejo de Seguridad nacional, dos razones más lo obligaron a definirse: La primera es que los excesos de Sarmiento se convirtieron en una bomba de tiempo porque, documentados por la Federación, podrían ser filtrados durante las campañas políticas para golpear al PRI-Gobierno; lo mejor era curarse en salud. La segunda tiene que ver con pesos y centavos: 271 millones contantes y sonantes que servirán para parchar las finanzas estatales, maltrechas por la voracidad de los funcionarios solidarios, y para impulsar a los candidatos tricolores. Como vemos, existen prioridades que van más allá de la amistad.

Sarmiento podría haber seguido operando desde la Secretaría de Gobierno la política y los negocios en Campeche sin ningún problema, incluyendo el PRI y otras dudosas manifestaciones institucionales, pero lo traicionó su pasado de privación y miseria, se volvió loco al tener el erario a disposición, rasguñó lo que pudo dejando rastros por doquier y tuvieron que aplicarle la desnucadora. Así fue como se escribió esta historia costumbrista, que nada tiene que ver con la “La guerra de las Falacias”, épica espacial que nos recetan domingo a domingo en el periódico más vendido de Campeche y galaxias muy, muy lejanas.

Tantán.

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Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.

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