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Las ranitas de Xico

En Facebook encontré un álbum de fotografías que muestra la incalificable condición de las calles champotoneras, cuya tragedia va más allá de la tediosa analogía lunar (donde los baches son cráteres) y sólo admite comparación con la capital campechana, que fue reducida a cenizas por una larga ristra de alcaldes inconcientes y que hoy tiene en Ruelas a un entusiasta cómplice de la catástrofe.

La situación vial de Champotón es triste para todos y a todos nos afecta, pero es todavía peor para quienes se ganan la vida detrás del volante, en especial los taxistas, que están protagonizando su propia historia africana.

Durante la jornada del 6 de julio del año pasado, algunos taxistas tuvieron un deslumbrante desempeño en la ingeniería electoral y se erigieron en pilares del triunfo de Xico.

Con el argumento de que acercar a los votantes a las casillas era un deber cívico, ofrecieron llevadas gratuitas a todo el que pudieron. Era un plan con maña porque una vez en el carro los pasajeros eran sometidos a un interrogatorio feroz, y cualquier simpatía por el PAN era suficiente para iniciar la catequización: los chafiretes describían a Xico en términos mesiánicos, luego invitaban al votante a integrarse a las filas del Redentor y, para facilitar la conversión, les ofrecían entre 200 y 500 pesos.

Milagrosamente, la mayoría de los que subieron azules bajaron tricolores y en espera del advenimiento.

Los que persistieron en la apostasía fueron advertidos de que habían pandilleros contratados para reventar la elección, así que ir a sufragar equivalía a jugarse la vida; y si ni el temor de acabar molido a palos por maleantes a sueldo ablandaba su fe, quedaba la amenaza: si vas a votar te rompemos la madre.

Cuentan los africanos que una ranita intentó salvar a un escorpión que se ahogaba en un río; lo subió en su espalda y nadaba hacia la orilla cuando el escorpión la picó; en los estertores finales, la ranita le preguntó por qué lo había hecho y si no se daba cuenta que ambos morirían, y el escorpión respondió: “Así soy, es mi naturaleza”.

Los taxistas cumplieron con esmero su compromiso de torcer el rumbo de la elección para que triunfara su candidato, y en justo y solidario pago, el hoy presidente municipal y próximo diputado federal, Xico González, los ha tratado como a ranitas de fábula: en Champotón los baches están libres de calles.

Crecer para que la gente gane.

(Hubo otros elementos no menos determinantes en el resultado de la elección, como las idioteces de los dirigentes de la campaña panista que parecían odiar a sus propios candidatos y, por supuesto, las barrabasadas de Barón, el autoproclamado “candidato ganador”, de las que hablaré en otra entrega.)

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Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.

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