Layda y el desastre que viene:
Frente al aeropuerto, justo donde están construyendo el Tren Ligero de la tía Layda, había una zanja enorme que las administraciones pasadas cuidaron por una razón importantísima:
Esa zanja es un vaso regulador donde se acumula el agua de lluvias, tormentas y huracanes y se canaliza a los cárcamos para evitar calamidades en la zona, una de ellas: que la pista del aeropuerto, que está a sólo 33 pies sobre el nivel del mar, quede sumergida.
Pues bien, los minions de la Jaguara que construyen el infame Tren Ligero toparon con la zanja y decidieron rebosarla de escombro. Y ahí siguen, caraxo.
Layda, ganosa de imitar a Pejehová, tuvo una ocurrencia: concretar su propio plagio de la devastación financiera y ecosistémica del Tren Maya, y le asignó 4 mil millones de pesos a ese desvarío.
El resultado será una parodia costosa e inútil edificada por ineptos y justificada con argumentos idiotas, como la necesidad de transportar miles de turistas que llegan vía Tren Maya y aeropuerto internacional (que sólo tiene vuelos nacionales), y cuya finalidad real es configurar la última y grandiosa transa de los Sansores: meterse en el bolsillo una buena parte de los 4 mil millones de pesos que costará el “caballo de fuego”, aunque eso provoque enormes perjuicios para los campechanos.
Y cosa más triste: los liberales y heroicos pagamos ya esta barbaridad, y cuando se largue la jaguara decrépita y su pandilla de parásitos, pagaremos de nuevo para que el siguiente gobierno excave lo rellenado y todo quede como estaba.
Besitos que suenan chu chu chu,
Tantán.

Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.
