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Ley Seca: el boicot a la revocación

Ley Seca de fin de semana por la cumbia revocatoria de Amlo y, la verdá, no entiendo la razón. Me parece una jugarreta sucia contra nuestro amado líder. Y es que sólo estando pedo, o siendo becario del bienestar y amenazado por un Siervo de la Nación, iría a un carnaval que pretende, entre algunos otros absurdos, levantarle la autoestima a un presidente dolido y en declive.

Porque de lo que se supone que se trata esta novela, de deshacernos de Amlo, de eso no hay manera. Él seguirá en el poder con o sin consulta. Miren:

a) Para que la Revocación sea legal tendría que votar el 40 por ciento del padrón, que suma casi 93 millones de tenochcas. Es decir, se requieren poco más de 37 millones de votos para validarla.

Ah, pero sólo se instalarán 57 mil casillas. Así que, suponiendo una participación torrencial en la que se emitiera un voto por minuto en cada una de las 57 mil urnas durante las 10 horas que permanecerán abiertos los centros de votación, se alcanzarían 34 millones de sufragios, lo que representa 3 millones menos del mínimo necesario.

Y conste: esos 34 millones sólo se lograrían si se emitiera un voto por minuto en cada una de las 57 mil casillas durante 10 horas. Una locura.

Es más probable que el avión presidencial pase por el ojo de un comprador a que se alcance el 40 por ciento que señala la ley para que este disparate sea legal.

¿Legal? Me temo que ni con ese 40 por ciento, porque:

b) Amlo gobierna desde 2018 y la ley de Revocación se aprobó en 2021. Amlo está a salvo de cualquier cosa que suceda el domingo porque la ley no es retroactiva. La revocación sólo será aplicable a quien gobierne el próximo sexenio.

Con estos datos, podemos entender que esto es un ensayo para poner a punto la maquinaria morena rumbo a las seis elecciones que se celebrarán a mediados de año.

Que sea parte de la guerra para que el INE, al igual que los sueños mojados de Lord Molécula, quede bajo el control total de AMLO.

Que es un experimento para ver con qué cuento, bajo qué amenazas pueden arrear becarios del bienestar, desde adultos mayores hasta jóvenes que construyen futuro y sembradores de vida; y también para renovar vínculos con el narco, esencial para Morena en las elecciones del 2021 y que además está a cargo del programa Sembrando Viudas.

Y, claro, sabemos que la votación representa oxígeno para un presidente que sobrelleva el desgaste del poder, carga escándalos que le han pegado en la línea de flotación, tiene muy malos números en lo económico, en la seguridad, en salud, en etc., y está pagando los réditos de una exagerada exposición mediática por querer ser sota, caballo y rey de esta partida.

En fin, pueden ustedes encontrar mil y un beneficios para el régimen del cambio verdadero en el circo del fin de semana, pero en ningún caso Amlo corre peligro de irse, de otra forma ni él ni su gente estarían promoviendo un evento que podría arrebatarles el poder.

Por tanto, hijitos de mis entretelas, vuelvo al inicio: no entiendo el porqué de la Ley Seca; en todo caso deberían hacer lo contrario, regalar marrapache en cantidades fluviales y que la estupidez etílica premie las ganas de Obrador de una participación abundante que le dé una lamida a su vanidad y un empujoncito a su popularidad.

Ahora que si usted piensa concursar sobrio en esta faramalla porque cree que puede lograr que Obrador se largue, piénselo bien. No peque de ingenuo. No sólo no alcanzan los números, no sólo es constitucionalmente imposible revocarle el poder, no sólo va a regalar un “NO” que se desvanecerá entre el acarreo bestial del voto becado al que le apuesta el fraile macuspano y sus gobernadores, sino que es de una inocencia conmovedora creer que Andrés Manuel está jugando este juego sin trampa de por medio. Ni que estuviera pedo el Mesías.

Besitos.

Tantán.

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Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.

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