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Los abucheos sospechosos

Desde mucho antes de la última visita de AMLO a Campeche la gente ya estaba alebrestada. Inspirada por los abucheos que otras muchedumbres le habían recetado a otros gobernadores, querían que Alejandro Moreno Cárdenas sufriera en carne propia la misma humillación y lo cumplieron: llegado el momento gritaron, chiflaron hasta el ahogo, mentaron madres con inusitado frenesí, pero todo quedó en una anécdota más del mexicano desmadre que tanto nos gusta y tan poco trascendente resulta, porque tres semanas después Alito sigue ahí, el daño que le ha causado a la entidad también y además está usando nuestro dinero para pagarse su campaña por la dirigencia del PRI nacional.
Si hacemos el balance, seguimos perdiendo.
Para impedir que personajes como nuestro goberladrón hagan daño hace falta más que una silbatina, hace falta responsabilidad civil, la condena social en el momento debido, y en el caso de Alito esos momentos fueron el ataque a la rectoría de la universidad o la tiradera de huevos contra diputados de oposición, las dos primeras infamias de su biografía política. Pero no hubo valientes.
Lo que vino después fue la metástasis y ahora los destrozos son incalculables, van de los muertos que ha causado el saqueo de los hospitales a la ruina de los comerciantes cercanos a alguna megaobra inútil, de una deuda irresponsable que pagaremos durante 30 años a las obras inconclusas y un puente al borde de la tragedia, barbaridades que, siento decepcionarlos, no se subsanan con dos, tres o mil abucheos.
Y para colmo, ya ni siquiera el alarido y la pelotera funcionarán como desahogo popular, porque los priistas, expertos en barnizar el fracaso y vacunarse contra el descrédito, descubrieron el antídoto.
Sucedió en Sonora, donde gobierna una tal Pavlovich, discípula del gánster turboalimentado del tricolor Manlio Fabio Beltrones, y fue el recurso más simple en este mundo de fake news, troles y bots: se trató de la divulgación a mansalva de una circular, supuestamente un documento de consumo interno de Morena, que contiene instrucciones para que la borregada crucifique a gritos a los mandatarios estatales y llegue al orgasmo con la voluntad pacificadora de López Obrador.
La autenticidad del papel es por demás dudosa, pero fue una jugada magistral porque el país está dividido y una mitad sostendrá que ese manual del complot es real, que es un testimonio de la infinita mala leche de los fanáticos del Peje, además de que la prensa adicta al priismo, sobre todo en los estados, le impondrá categoría de Sagrada Escritura. Con eso basta. Todo gobernador víctima del alboroto usará esa ruta de escape eludir el bochorno.
De hecho Alito Moreno, colgado de la teoría del complot, lanzó una advertencia: los gobernadores del tricolor tomarán medidas para no ser víctimas de la burla programada. Aquí la farsa roza lo sublime porque si la circular es un montaje ridículo, lo es más que el goberladrón acuse a líderes locales de Morena de organizar los abucheos que recibió en Escárcega y Candelaria, cuando el único dueño de esos líderes es él. Morena en Campeche es un apéndice del gobierno del estado.
En suma, los gobernadores de México, a pesar de ser todos ellos magistrales exponentes de la ineptitud y el latrocinio, sólo necesitaron de un documento cuestionable para desarticular la única forma de protesta social que conoce el pueblo bueno y sabio, esa que se agota en la gritería, las mentadas  de madre y los abucheos, sonido y furia que nunca significaron gran cosa y que ahora están bajo sospecha.
Besitos.
Tantán.
El cartón es de PALOSA (Alvaro Palomino Sandoval).

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Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.

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