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Mejor vete, Aníbal

Desde hace días se rumora que Caníbal Ostoa renunció a la Secretaría de Gobierno y retornará al senado. El chisme ha enfrentado a los dos bandos que hoy se disputan la atención de los campechanos: por un lado los laydos, que afirman que el profe sigue donde lo pusieron, y por el otro los adversarios al sansorismo, que ya lo despidieron y hasta nombraron sucesor…

Desde hace días se rumora que Caníbal Ostoa renunció a la Secretaría de Gobierno y retornará al senado. El chisme ha enfrentado a los dos bandos que hoy se disputan la atención de los campechanos: por un lado los laydos, que afirman que el profe sigue donde lo pusieron, y por el otro los adversarios al sansorismo, que ya lo despidieron y hasta nombraron sucesor.

Ahora bien, que unos insistan en que está y otros que ya se fue da igual: la realidad es que Ostoa, para efectos prácticos, es poco menos que un florero y eso no es producto de la casualidad ni de un complot, sino resultado de su ineptitud: como secretario de Gobierno ha sido un fracaso. El cargo lo rebasó, reveló sus limitaciones, lo convirtió en la burla de todos y no es para menos: la lista de tropiezos es amplia.

Al inicio del sexenio, un periodista michoacano, Arturo Bravo Esquerra, le arrimó la cagotiza de su vida por operar con las hemorroides la inclusión en la Vicefiscalía del hijo que Esquerra tuvo con la titular de Seguridad Pública, Marcela Muñoz. Un asunto tan trillado como incrustar a un junior en la nómina oficial se transformó, por la torpeza de Caníbal, en un conflicto que festinaron los medios adversos a Layda y que el Fiscal, la propia Layda y Marcela siguen toreando con argumentos que evocan una suerte de misticismo burocrático.

Desde entonces supimos que algo andaba mal.

A las penurias de Ostoa se agregó el veracruzano Cazarín, líder del congreso, un lumpen cumbanchero afectado por tres fenómenos igualmente nefastos: el empoderamiento repentino, la vulgaridad innata y un frenesí perpetuo de origen alcaloide, trilogía que lo mantiene en la delirante alucinación de creer que es Wiston Churchill cuando en realidad todo lo que hace suena a la mesa que más aplauda le mando, le mando, le mando la niña.

Un ejemplo: a través de un manoseo vergonzoso que incluyó alteraciones a modo a la constitución de campeche (todo con minúsculas), Cazarín nombró al nuevo Auditor Superior, un veracruzano amigo suyo. Citando lo que Maquiavelo nunca dijo y adaptándolo a las formas políticas de Cazarín, podríamos decir que el fin enmierdó los medios, y a pesar de lo grotesco del episodio, de Caníbal y de Camelia nunca más se supo nada.

No sólo eso. Tripulado por un enfermizo afán de protagonismo y sin sentido alguno de la proporción ni de la relación entre poderes, Cazarín metió a la policía estatal al recinto legislativo para “protegerlo” de tres pelagatos que sólo estaban ejerciendo sus derechos ciudadanos, que no representaban riesgo alguno y que al final salieron beneficiados por la prepotencia del líder legislativo que le aportó un poco de oxígeno a su “causa”. Un lío innecesario en el que Caníbal tampoco dio señales de vida.

Además, ante la ausencia crónica de Layda que vive en la CDMX, es fama que todo aquel que tiene un asunto importante que tratar con el gobierno prefiere tocar la puerta de Armando Toledo, el empresario que sexenio a sexenio liga negocios, suma cargos públicos, aumenta su fortuna y al día de hoy, pian pianito, es la mano que inyecta el botox a la cuna, o algo así.

El rosario sigue. De la política mediática del régimen, cuyo manejo es esencial para cualquier aspirante a Richelieu, Caníbal está desterrado. Toda la información se concentra en el Martes del Jaguar y corre a cargo de la directora de Comunicación Social, Layda Sansores, que repite lo que le indica su sobrino, el gobernador Seso Loco.

Tan ajeno está el profe de ese rubro que ni siquiera es capaz de evitar que la Sansores salga a decir disparates como el de la isla artificial, que al día siguiente ella misma tuvo que desmentir, o aconsejarle que ni el programa ni ningún otro lugar son propicios para que una señora cosecha 1945, y además investida como gobernadora, baile como si fuera la niña premio para la mesa que más aplauda.

En el último capítulo de las desgracias de Caníbal, hace una semana y por iniciativa de Layda le arrebataron el C5 (Centro de Espionaje), y con eso Ostoa perdió una de las grandes ventajas de ser secretario de Gobierno: la de fisgonear en la vida secreta de los campechanos.

Yep, el privilegio de entrometerse en todos lados, que provocaba gemidos y estremecimientos en Carlos Miguel Aysa, ya no será fuente de placer para Caníbal. Ahora será Marcela Muñoz, la directora de la policía estatal, la que meterá su nariz virtual en las entretelas más profundas de los liberales y heroicos burócratas para luego usar esa data en contra nuestra.

En suma, apto solamente para las intrigas y el reparto de dinero en partidos políticos de medio pelo, como Convergencia y Morena antes de la explosión de 2018; habituado a las negociaciones en lo oscurito con el poder, donde tramitaba traiciones y acomodos a cambio de migajas, Caníbal se redujo a su mínima expresión cuando quedó expuesto a la luz.

Se topó con su límite el profe, se lo brincaron y a estas alturas ya no le queda ni el consuelo de mantenerse como un vestigio arqueológico en una posición donde se ha ridiculizado, porque cada segundo que permanezca ahí será sólo para dar lástima.

Lo mejor para Caníbal es renunciar y volver al senado a vivir sus últimos momentos como político. Ojalá le quede un gramo de dignidad para dar ese paso.

Triste destino el de Caníbal. Tantos años corriendo detrás del carro del poder para que, una vez trepado en él, quedara arrinconado en el fondo de la cajuela, en ese lugar consagrado al gato hidráulico.

Besitos.

Tantán.

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Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.

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