Pozos acaricia un perro, Layda lo ve y se acerca a lo mismo. Pozos inclina la cabeza pero la señora va directo al animalito, al que llamó Tamarindo. La Sansores ríe consigo misma: “Ahora sí me la van a rasguñar los de Tribuna, mimar un perrito no es una clase de zumba. Que me tomen las fotos que quieran”. Se agacha y desparrama ternura sobre Tamarindo. Todos se estremecen de tanto amor.
En algún lugar del país Alito ve el video y grita: “¡Degenerados!” Pablito voltea, acomoda la almohada y le pregunta: “¿A qué te refieres?” “¡A esto!”, dice Alito y le señala la pantalla. Pablito ve y calla mientras el otro sigue vomitando maldiciones: “¡Layda consintiendo perros en vez de darles veneno, carajo!” Pablito ignora el comentario pero no puede evitar afligirse, a veces tiene tanto miedo de ese hombre, de sus arrebatos; siente frío y se cubre las piernas con el edredón.
El que está sacado de onda es el perro. Cuando sintió las caricias de Pozos pensó: “¡Uts!, con eso de que este domingo le toca a Seduc amontonar gente en la pedaleada de Marcela al senado, este buey me está enamorando para llevarme de bulto”. Pero entonces cae en cuenta de que a Marce no le gusta que animales con chancletas conduzcan motos o bicis y se siente aliviado. Sólo al ver que Layda se aproxima entiende el destino que le espera. Se ve a sí mismo con credencial de elector: Tamarindo Gómez, guiado por un Siervo de la Nación para participar en la revocación de mandato, y del fondo de sus entrañas brota un ladrido lastimero que dice: “¡Noooooooo!” y después un aullido, prolongado y suplicante, que pregunta: “¡Alito, Alito, ¿dónde te ocultas cuando más te necesito?!”
La mirada de un animal consternado es la última imagen del video.
Besitos.
Tantán.
Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.