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PRIstrategias: El caso Champotón (PRImera parte)

Mario Luis y Xicotencatl llegaron, robaron y se fueron, locos de contento, bajo la mirada cómplice de los champotoneros habituados a sufrir estos abusos en el más cobarde de los silencios. Pero con José Luis Arjona las cosas han sido distintas. Su osadía no sólo ha consistido en superar a sus antecesores en los rasguños al erario sino que también ha enfrentado a su pueblo con desplantes de dictadorcito lactante, colocando a su partido, el PRI, en riesgo de perder la elección que se avecina.

Ahora bien, no es la primera vez que un alcalde priista se encuentra en este predicamento; de hecho ningún presidente, del partido que sea, ha cruzado el pantano del ayuntamiento sin embarrarse de mierda. Pero si los gobiernos de oposición sólo han tenido un trienio para atragantarse de poder y luego lo pierden, los priistas, por tres trienios consecutivos, han sabido aprovechar la miseria (en todas sus acepciones) para mantenerse con el hueso férreamente atorado en el hocico, y todo indica que en esta ocasión también se impondrán al disgusto social con las malas mañas que son la marca de la casa. Para saber lo que nos espera, basta un antecedente.

En 2006, Barón González se la rifó para conseguir la candidatura del PAN a la alcaldía champotonera. Haciendo uso de buenas y malas artes, logró desbaratar el bloqueo encabezado por Plátano y su Sonora Yucateca, Jorge Nordhausen y Juan Carlos del Río, que pretendían imponer a Eudelio Hinojosa. No fue fácil. Nordsuiza era presidente del partido y andaba de una soberbia de no mamen, empeñado en que la democracia interna comenzaba y terminaba en sus tamaulipecos tanates; y los yucatecos, usando a Plátano como Cabeza de Cochino, bailaron hasta jarana con tal de anularlo. Pero Barón se impuso y el triunfo lo festejamos con una borrachera legendaria.

Pero una cosa es ganar la candidatura y otra la alcaldía. Una vez candidato, Barón se dedicó a darle al cuerpo alegría, Macarena, y dejó todo el peso de ganar la elección en Mamá Aidita, hechicera de fama internacional. Mamá Aidita invocó a los dioses del cielo y del subsuelo, mató gallina negra en plenilunio y realizó conjuros para que las fuerzas cósmicas se alinearan en favor del PAN. Tristemente esa fue toda la campaña de proselitismo y no me lo van a creer: a pesar de esos disparates que hubieran hundido a cualquier otro candidato, pesó más el descrédito del PRI y Barón se mantuvo muy arriba en las encuestas.

Pero los priistas, inmunes a la magia de Mamá Aidita y a supersticiones estadísticas como las encuestas, prefirieron una terrenal negociación para que el doctor Olvera fuera nombrado candidato del Panal con todo el apoyo de Layda Sansores y sus feligreses. Fue una decisión inteligente porque Olvera dividiría los votos en la cabecera municipal mientras los tricolores organizaban la compra masiva de sufragios en las comunidades de la periferia.

En otras palabras, los priistas recurrieron a la miseria política de la opositora profesional y a la miseria económica de los jodidos para lograr la victoria.

La conclusión la conocemos todos: a pesar de las toneladas de chile que quemó Mamá Aidita, la ciencia de ganar elecciones a la de a huevo, largamente estudiada por los priistas, se impuso. El día D, el doctor Olvera cumplió con su parte arrasando en la ciudad de Champotón, el PRI compró votos a mansalva en las comunidades y fue así como Raúl Urib…, perdón, Mario Luis triunfó categóricamente.

Epílogo: en aquel entonces el municipio volvió al PRI, Plátano a su casa, sus shorts aguados y sus chancletas Duramil; los yucatecos a su patria, Mamá Aidita puso un puesto de salbutes astrales, Barón reemplazó a su hechicera por los de Pare de Sufrir y los demás regresamos a una mesa de ochenta por ochenta a festejar la derrota con una borrachera legendaria.

Después de tres trienios de barbarie y saqueo, el PRI es un animal moribundo al que seremos incapaces de darle la muerte que merece. Hoy, como en aquel 2006, los priistas están recurriendo a la muy sobada, aplaudida, manoseada estrategia de dividir para vencer que destrozó los hechizos de Mamá Aidita y los sueños de mi amigo Barón, y parece que les dará resultado.

Pero eso se los cuento en la segunda entrega de estas PRIstrategias, capítulo Champotón.

Besitos.


Tantán.  

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Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.

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