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Sarmiento y su yate

“Mira mi lancha, cabrón: yo la compré. Estas son las cosas buenas que tiene esta madre”, dijo Sarniento a un líder panista, pero antes de llegar a esa confesión estoy obligado a ponerlos en contexto.

El año pasado, días antes de la asamblea del PAN donde elegirían a los consejeros federales y estatales, Roberto Sarniento invitó a un panista champotonero a su casa en “El sombrerón” (así es, Sarniento tiene casa ahí y está justo al lado de la de Fernando).La invitación tenía un propósito: convencer al panista, que controlaba buena parte de los delegados de ese municipio, de traicionar a los Mouriño para que el Consejo Político blanquiazul quedara en manos del gobierno del Estado y fuera éste quien “palomeara” al presidente del Comité Estatal, contra el deseo de los españoles y su representante Mario Ávila, que en ese entonces ya empezaban a inclinarse por Erick Chong.

La cosa es que el panista champotonero llegó a la casa de Sarniento acompañado del hermano de éste, los hicieron pasar a la casa y ahí esperaron varios minutos hasta que apareció Sarniento, dando órdenes y mentando madres a través del celular. Una muy vieja estrategia para apantallar pendejos.

Cuando colgó el teléfono, Sarniento la hizo de anfitrión y ofreció tragos, se recetó el propio y los tres empezaron a platicar idioteces y a tomar como los grandes, hasta que el asunto maduró y vino la negociación.Sarniento le pidió al panista que traicionara a los Mouriño y una vez planteado esto, impulsado por la bebida y la arrogancia que un cargo público inyecta en las almas acomplejadas, el secretario de Gobierno intentó convencer a su interlocutor con un monólogo que iba más o menos así (danzón dedicado a “Los niños contralores”):

-Mira, cabrón, únete a mí, ya mi hermano te debe haber dicho que yo soy el contacto, el bueno, el gabinete es mío, soy el de los “bisnes”, el que manda, ponte abusado.

-Así es -dijo el hermano. Este güey tiene las bolsas de billete bajo su escritorio.

-Mira, cabrón, ya llegó nuestra oportunidad, el tiempo de los Cahuich, los Ehuán, de los Pech, de los que estábamos jodidos por los “fifiítos” de Campeche. Ya estamos en la grande y nos vamos a quedar mínimo dos o tres sexenios, vas a ver. Es más, vente…

Sarniento condujo a su invitado hasta la ventana donde se veía un yate y a una persona tendida sobre proa, que el panista reconoció.

-Mira mi lancha, cabrón. Yo la compré. Estas son las cosas buenas que tiene esta madre. ¿Ya viste quién es el que está en el barco?

-Sí, es el “Venado –respondió el panista.

-Pues ese cabrón trabajaba para Raúl Uribe pero ahora chambea para mí. Es el encargado de cuidar mi lanchita. Ya no manda el “gordo” en Champotón, ahora somos los Sarnientos los que mandamos, cabrón. Únete a mí y no vas a tener queja porque te va a ir muy bien.

La historia continúo la misma ruta por algún tiempo, hasta que los tres quedaron bien servidos y el panista se despidió.¿El resultado de lo anterior? Además de la plática, o monólogo de Sarniento, y de los varios cientos de miles de pesos que invirtieron en la “operación” antes y durante la asamblea, el consejo político del PAN quedó en manos de los Mouriño y Mario Ávila, con el apoyo de los panistas champotoneros; y poco tiempo después, Erick Chong fue designado presidente del Comité Estatal del blanquiazul.

Parece que el argumento del yate no fue muy útil como elemento de persuasión.

Poscriptum:

Durante una plática con Sarniento le pregunté sobre esa reunión y me dijo que él no pidió hablar con el panista, que el culpable del encuentro fue su hermano y terminó con esta declaración digna de una campaña a favor de la integración familiar: “Mi carnal es un pobre pendejo que nunca aprendió ni aprenderá”.

Poscriptum II:

Esta historia, con todo y las afirmaciones sobre los “bisnes”, el yate y etcétera, la conoce Fernando porque yo se la conté. Además, desde la casa de Fernando en “El sombrerón”, ubicada justo a un lado de la de Sarniento, se ve con claridad en embarcadero y la lanchita de varios millones de pesos que su amigo adquirió cuando no había transcurrido ni siquiera un año del sexenio Justo y Solidario. No entiendo por qué Fernando no le ha enviado un escuadrón de Niños contralores.

Crecer para que la gente gane.

 

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Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.

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