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Una maqueta libre de virus

Y bueno, los perros de prensa del gobernabuelo Aysa se lanzaron frenéticos contra Esteban Moctezuma, el secretario de Educación, apenas anunció que vendría para acordar el regreso a clases. Lo acusan de querer usarnos como “conejillos de indias”, disparate senil multiplicado a ladridos y con soundtrack incluido: “De reversa, mami”…

Y bueno, los perros de prensa del gobernabuelo Aysa se lanzaron frenéticos contra Esteban Moctezuma, el secretario de Educación, apenas anunció que vendría para acordar el regreso a clases. Lo acusan de querer usarnos como “conejillos de indias”, disparate senil multiplicado a ladridos y con soundtrack incluido: “De reversa, mami”.

Para ganar el color verde, nuestro gobierno informó a la Secretaría de Salud federal que los parámetros que rigen el semáforo epidemiológico eran consistentemente bajos, por eso brincamos velozmente del anaranjado al amarillo y ahora al color de la diarrea que nos dio sabernos a salvo.

La buena noticia causó un repudio generalizado porque es fe pública que los datos contienen altas dosis de maquillaje. A ras de suelo seguimos sufriendo la crueldad de la pandemia y además, caraxo, es una estupidez pensar siquiera que con nuestra infraestructura hospitalaria reducida a escombros, sin equipo ni medicinas, con una población que ha hecho de las medidas de contingencia un carnaval, y con funcionarios que requieren tres intentos para que les salga bien una glorieta, controlamos la pandemia que tiene en jaque al mundo, incluyendo a los que habitan en primera clase.

Ahora bien, si Aysa falseó los datos para ganarse una medallita, al gobierno federal, que también está entrampado con su manejo de la crisis y poco necesita para decretar triunfos imaginarios, eso lo tiene sin cuidado, simplemente va a a lo que sigue: la normalización de la vida campechana, incluyendo la escolar.

Por lo anterior, Esteban Moctezuma anunció el sábado el protocolo de la SEP que comprende nueve medidas, entre ellas asistencia dividida, tres filtros, lavado de manos frecuente, cubrebocas obligatorio y limpieza de escritorios y sillas.

Y el toque magistral: cada gobierno decidirá el momento para reanudar clases, de tal forma que, de haber hecho magia con los números, los únicos responsables de los rebrotes serán los goberladrones.

Eso dejaba a Aysa en una situación peligrosa.

De negarse al reinicio escolar su farsa quedaría al desnudo, y vendría la burla al incauto que creyó que los informes a Salud federal eran como sus informes de gobierno, una recuento de patrañas sin otra consecuencia que los aplausos cautivos y las primeras planas compradas. Pero no, se trata de una peste histórica que, según Aysa, fue domada en Campeche y eso tiene repercusiones mucho más amplias.

De aceptar el retorno, nosotros aportaremos los enfermos y los muertos de su terquedad, sólo falta conocer bajo qué causa no relacionada con el covid nos despacharán en los certificados de defunción. Esto, claro, si los padres de familia están dispuestos a arriesgar a sus hijos enviándolos a los colegios, cosa que no creo, lo que conformaría un escenario extraño en este rumbo: el desacato del pueblo a una decisión criminal tomada por un gobernante lunático.

Pero ahora que el textoservicio recibió instrucciones de despedazar a Esteban Moctezuma, se aclara el paisaje. Aysa quiere lo mejor de dos mundos: mantener el verde del semáforo que logró con el método de Alito: presentando una maqueta libre de virus, y que el retorno a clases y el desastre posterior quede endosado al sádico Esteban.

No sé si alguien comprará ese cuento pero, por lo pronto, los perros de prensa lo están contando en redes sociales con una desesperación tan evidente que acaban revelando, hasta con decimales, el tamaño de la manipulación oficial en los números de la pandemia.

Besitos.

Tantán.

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Soy aborigen champotonero, licenciado en Ciencias Ocultas y Administración Púbica, adicto a los Pumas de la UNAM y a las tortas de cochinita de Sacha, feliz de haber pasado media vida en reventones, orgías y actividades similares y afligido por haber desperdiciado miserablemente la otra mitad, y dedicado al periodismo para cumplir fielmente la profecía de mi abuelo Buenaventura Villarino, hombre sabio y de fortuna, que más o menos decía así: “Estudia mucho, hijo, o acabarás de periodista”. Besitos. Tantán.

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